—¿Para eso te has ido de la casa como una fugitiva? — me reclama mientras la limusina nos lleva a la casa.
«No quiero responderle. No quiero mirarle...»
—¡Habla! — vuelve a exigir y no me queda más remedio que clavar mi mirada en la suya.
—¡Si! Me he ido porque no quiero...