—¿Qué acabas de decir? —pregunté estupefacto, notando cómo sus mejillas se teñían de un tono rojo intenso y su mirada se desviaba—. No evites mirarme, repite lo que acabas de decirme.
—Que... te amo —lo volvió a repetir, y mi corazón casi salió desbocado de mi pecho—. ¿Ahora lo escuchaste...