_ Amaría eso.
Media hora a solas con Diego.
_ Tus brazos se están poniendo rojos, por cierto. ¿Te pusiste protector solar?
_ No, lo olvidé.
Diego frunce el ceño con incredulidad ante sus brazos, bronceados de un saludable color dorado.
_ Hay algo ahí dentro.
Asiento con la cabeza...