—No mucho… —Se alivia—. Pero si lo suficiente. —La asusto.
—No hablábamos de ti —dijo nerviosa.
—¿Ah no? —susurre a su oído al pegarme a su cuerpo.
—Creí que estabas cansado y tenías sueño —supone ella con el ceño fruncido.
—De repente me siento con energía —me encogí de hombros—, además, tómalo como venganza...