Desde entonces, en cualquier evento donde apareciera Alphonso, yo también estaba presente.
Si él pujaba por un terreno, yo lo compraba al doble de su precio.
Si él licitaba por un proyecto, yo lo obtenía por la mitad de su precio.
¿Competir en quién tiene más dinero? Alphonso todavía está muy lejos.
Cuando yo, Valentia, dominaba Madrid, él apenas luchaba en un pequeño lugar con cien millones.
Finalmente, Alphonso no pudo más y vino solo a disculparse.
Se plantó frente a mí, sin arrogancia ni servilismo:
—Señorita Villeda, esto no le trae ningún beneficio. Por mucho dinero que tenga la familia Villeda, no podrá soportar estas pérdidas.
Lo entendí, me estaba enseñando a hacer negocios.
Eché un vistazo detrás de él, y luego volví la mirada tranquilamente:
—¿Y tu prometida? ¿No va a venir a disculparse conmigo?
Sus labios se tensaron en una línea recta, su cuerpo se inclinó ligeramente, mostrando sinceridad:
—Por lo ocurrido ese día, me disculpo en su nombre, pero fue la señorita Villeda quien empezó. En cualquier caso, ambas partes tienen responsabilidad.
Una disculpa así no vale la pena.
Sonreí levemente, lamentando:
—Debo admitir que fui demasiado suave. Será mejor que le digas que se mantenga lejos de mí. La próxima vez, no será solo un pastel.
Al ver que mis palabras no tenían efecto, Alphonso tampoco se mostró dispuesto a ceder.
Con el rostro sombrío, dijo:
—Si la señorita Villeda no está dispuesta a dejar en paz a mi prometida, no tenemos nada más de qué hablar. Nos veremos en el mercado.
Me recliné en el sofá, crucé las piernas y, con altanería, respondí:
—Muy bien, ahí nos veremos.
Después de dejar mi casa, Alphonso comenzó a contactar a los líderes de diversos sectores, buscando alianzas.
Pero en Madrid, bastaba con una palabra mía para que nadie se atreviera a colaborar con él.
Además, cuando la familia Floro quebró, muchas personas se vieron afectadas; no solo yo, muchos otros tampoco querían verlo resurgir.
No esperaba que Lupita fuera una influencer con millones de seguidores. Subió un video en internet denunciándome por monopolizar el mercado y atacar deliberadamente a Alphonso.
Entre lágrimas, relató lo difícil que fue para ambos emprender, despertando la empatía de muchos internautas.
Cuando el secretario me mostró el video, me reí despreocupada.
Inmediatamente saqué mi teléfono y llamé a Alphonso:
—El video que publicó tu prometida, quiero que lo elimine en dos minutos.
Alphonso respondió por teléfono:
—Ella solo dijo la verdad.
—¿La verdad? —mi tono era gélido—. ¿Estás seguro de que quieres perder tu dignidad?
Alphonso guardó silencio por un momento:
—Le diré que lo elimine.
Lo de los cien millones que le di solo lo saben unos pocos en nuestro círculo. Si se difundiera en internet, él sería el más avergonzado.
Él es un hombre de negocios, y tras sopesar pros y contras, su prometida no le importa en absoluto.