ADHARA DAVIS
Cuando terminó la clase me acerqué a su asiento y después de pedirle disculpas nuevamente, le dije que, si podía compensarlo con algo que no dudara en decirme, también me ofrecí a comprarle la pomada que debía usar.
–¿Vas a ir a colocármela también?
–¿Qué edad tienes? –le pregunté...