—¿Quieres uno? —preguntó Hermes—. Yo invito.
Hariella asintió en aprobación. Se acercaron al puesto, que era el de un mesón, adherido a una camioneta. El vendedor tenía uniforme y sus manos estaban protegidas por unos guantes blancos, y, además, tenía amarrados globos de colores, dándole un aire festivo. Sin embargo, adelantó...