Han pasado tres meses desde mi muerte, y aún no he reencarnado.
Mi alma, sin poder controlarse, sigue a la familia Campoy.
Día tras día, los observo a los cuatro disfrutar de su vida juntos.
Perla y Enrique se van a casar; ya tienen fecha y el hotel reservado.
Solo en este momento se acuerdan de mí.
—¿Sigue enojada mi hermana? ¿Vendrá a laboda de Enri y yo ?
—Si no viene, no la reconoceré más como mi hija.
—Al final, la que no se cría, nunca se cría bien.
—Siempre lo dije, no debimos traerla de vuelta; habría sido mejor dejar las cosas como estaban.
Mi papá, mi mamá y mi hermana se turnan para criticarme.
Veo lágrimas en los ojos de Perla, pero sus labios se curvan en una sonrisa disimulada.
Ella ha ganado; yo, la verdadera hija, no tengo nada, ni siquiera la vida.
Todos me llaman una y otra vez, pero no pueden comunicarse.
Ya han pasado tres meses, y mi teléfono se quedó sin batería hace mucho tiempo.
Cuando no pudieron contactarme, me insultaron al unísono y luego me olvidaron nuevamente.
Incluso si de vez en cuando me recuerdan, es solo para lanzar un reproche.
Mamá acompaña a Perla a comprar joyas.
Perla se fija en un conjunto de joyas en la vitrina de cristal.
—Mamá, mira, este juego de joyas es precioso.
Yo también miro las joyas, y de pronto me siento aturdida.
En ese momento, mamá ya había llamado al vendedor para que las sacara.
—Lo siento mucho, pero estas joyas son un encargo personalizado.
Perla insiste en preguntar detalles sobre el cliente que encargó las joyas.
Finalmente, el vendedor revisa los registros:
—Fue la señorita Perlita quien nos proporcionó los diseños, y nuestra compañía los fabricó.
Perla se lleva una mano a la boca, ahogada en sollozos:
—Mi hermana todavía no ha podido olvidar a Enri. Tal vez debería devolvérselo.
¿Devolverlo a mí?
Sonrío con amargura.
Enrique y yo éramos amigos de la infancia, la pareja más envidiada.
Pero desde que la familia me adoptó y me llevó a su hogar, Enrique conocí a Perla.
Todos amaban a Perla.
Incluso mi antiguo amor la amaba a ella.
Estas joyas fueron diseñadas por mí.
En su día, las diseñé con todo mi amor, soñando con llevarlas en mi boda y casarme con Enrique.
Pero ahora, son unas joyas que nunca podré tocar.