Chapter 1 Golpe de Suerte

Nuna 3.1k words

Prólogo

Él no salía de su asombro. Estaba más hermosa de lo que recordaba. Su cuerpo, su estilo, su cabello. Todo en ella había cambiado… Hasta su mirada pero, ese era el único cambio que a él le destrozaba. Una mirada gélida y llena de rencor es lo que recibía de parte de ella.

—Me alegró mucho de verte. De verdad… De verdad que te he extrañado.

—¿En serio? —respondió con ironía y con una ceja alzada—. Es una pena, porque a mi me repugna tan siquiera verte.

Como una lanza, esas palabras atravesaron su corazón. Solo pudo agachar su mirada. Merecía esa mirada, merecía esas palabras, merecía todo el desprecio de su parte. Era su culpa el radical cambio de esa mujer. Era por él… Que la dulce e inocente Antonella se había convertido en una mujer con agallas y maquiavélica. Por su culpa, por haber matado toda su bondad, ahora existía una mujer exitosa que sabía su valor y no estaba dispuesta a recibir menos de lo que ella estaba dispuesta a dar.

—Sé que es tarde… Pero lo siento.

—No necesito tus disculpas… Nada de lo que digas cambiará el pasado y mucho menos… Disminuirá el dolor que siento. ¡Porque, sí!... Todo lo que pasó fue por tu culpa, así que vive el resto de tu vida en miseria… Por qué es lo más benevolente que mereces.

Antonella pisó fuerte y emprendió su camino bamboleando el seductor vestido dorado que resaltaba su impresionante piel morena y sus rizos chocolate. Dejando a ese pobre hombre hundido en el sufrimiento en el que llevaba preso más de dos años, pero aún así no perdía las esperanza de poder recuperar el amor que él mismo destruyó por no ver su valor en el momento correcto.

Capítulo 1: Golpe de Suerte

POV Antonella

No puede ser. ¡No puede ser!.

Está pasando. ¡En verdad está pasando!

Entonces que es así cómo se siente. Todos estos años me perdí esto. ¿Cómo algo tan placentero puede ser considerado un pecado? ¿Y por qué dicen que duele la primera vez? Nada de lo que él me ha hecho me ha dolido, ¡Al contrario! Me ha llevado al cielo un sin fin de veces. Y eso que solo se ha estado comiendo mis labios, y no precisamente los de mi boca.

—¡Ah! ¡Dios! ¿Qué coño me estás haciendo? Me voy a volver loca.

Puedo sentir las vibraciones de su risa en mi clítoris; él vuelve a chuparlo con tanta delicadeza que siento que mi cuerpo entero se paraliza y alzo mis caderas de forma involuntaria.

¡Qué vergüenza! Yo no soy así.

—Mírame —me ordena y sin dudarlo obedezco.

Lo que consigo es una escena ridículamente excitante. Él sigue con su trabajo mientras que sus ojos están conectados a los míos. Sabía lo que hacía, lo que estaba provocando en mí; sus dedo entraba y salían de mi apretada vagina y con la otra mano estimulaba mi ano, al mismo tiempo que lamía con suavidad de mi clítoris, y si le agregamos a que esos ojos azules contemplaban como estaba totalmente desnuda y viendo como mi cuerpo acumulaba cada vez más la tensión.

Todo esto es nuevo para mí, pero ¡Él!... Él sí que sabía lo que hacía conmigo y conocía a mi cuerpo muchísimo mejor que yo, porque en el momento que estaba experimentando una nueva sensación en todo el cuerpo, él aceleró sus embestidas con sus dedos y me dijo con voz ronca.

—Déjalo ir preciosa, dame ese orgasmo que me merezco.

Cómo si apretaran un interruptor, mi cuerpo comenzó a convulsionar y estallar en lo que para mí sería mi primer orgasmo ¡En la vida! Como lo oyen, ¡En la vida!. Mis gemidos me dejaron atónita, nunca pude contener algún ruido, solo grité como si alguien más controlara mi cuerpo. Una vez que sentí que caía en un estado de relajación masiva. Él se levantó y terminó de quitarse el bóxer, dejando al descubierto la razón por la que dicen que la primera vez duele.

—No te asustes —Dijo con una risa picarona y halando mis piernas ya que estaba a punto de huir en ese momento. Me atrapó al dejar caer todo su cuerpo sobre mi—. ¡Ey! Calma. Me asegurare de que no te duela. —Acarició mi cabello y dejó un beso húmedo en mi cuello—. Lo que voy hacerte nunca lo podrás olvidar. Te recompensaré por darme algo tan preciado como tu virginidad, Antonella. —beso mis labios y acariciaba mi cuerpo haciendo que me relajara una vez más. Podía sentir a su potente amigote rozando sobre mi húmeda intimidad—. No te prives de gritar, tus gemidos son los más hermosos que he escuchado. Me tienes loco, ¿sabes?. Ya no aguanto más las ganas de entrar en ti.

Pude sentir como su cabeza comenzaba a penetrarme, de inmediato me tensé, pero él me beso para relajarme, sus manos magreaban mis senos excitándome nuevamente.

—Eres una delicia.

Una vez más empujó su pene en mi interior y a la vez lo volvía a sacar para entrar suavemente. En ningún momento dejó de mimarme y decirme cada cosa que me humedecida más de lo que podía estar.

—¿Te duele?

—Un poco, pero no quiero que pares.

Besó mis labios con tanta dulzura que incluso me asustó.

—Pues ahora, Antonella, sabes de primera mano lo que es hacer el amor.

Sin esperarlo, toda su longitud entró en mí robándome más que un gemido, un grito de placer, dolor y satisfacción. Me aferré a su espalda y creo que eso le dejará marca. Era oficial, ¡Había perdido mi virginidad!

Pero… ¿Cómo llegamos a este punto?... Pues déjenme contarles.

Una semana antes.

—¡Oh! ¡Santo cielo! ¡OH, Si!

Por favor, otra vez no.

Trato de concentrarme en mi trabajo para omitir los gemidos de la mujer número X, que está siendo perforada por el pelele de mi jefe.

—Es por esa razón que les pedimos encarecida…

—¡Ahh yeess!

Ese estruendoso ruido es el colmo. Me levanto de mi asiento y me marcho de aquella oficina que parecía más bien un cuarto de hotel.

Piso fuerte en mis talones y me dirijo a la área de descanso, donde se supone que debería "descansar"... Pero ni siquiera soy capaz de llegar.

—¡Antonella! Sácale copia a estos panfletos, los necesito para ayer.

Flor, la gerente del piso no puede verme porque cree que soy su empleada.

¡Claro! Cómo no… cómo no lo haces tú.

Eso es lo que siempre respondo en mi mente… Pero…

—Por supuesto, enseguida lo hago.

Con una enorme sonrisa en mi cara tomo los panfletos y me dirijo a sacar las copias.

Una vez que lo hago y se lo entregó en sus manos con mucha carisma, no recibo ni un gesto de agradecimiento. Le saco la lengua apenas se da media vuelta y cuando trato de ir por un café, el jefe del departamento me pide que le compre un café y con él, todos en la oficina me lo piden.

¡Vayan y busquen sus cafés cuerda de miserables flojos, inútiles e inadaptados!

—Claro. Yo voy.

¿Por qué eres así Antonella?

¿Por qué no puedes negarte y dejar de hacer el trabajo de otros?

Afff. Estoy cansada… Pero no puedo decir que no, no está en mi ADN decir que no.

Pero como quisiera aprender a decir que no… Creo que eso resolvería muchos de mis problemas. Cómo por ejemplo en el que estoy ahora.

—¡TE PAGO PARA QUE ESTÉS TUS HORAS LABORALES SENTADA EN ESTA PUTA SILLA, ATENTA Y DISPONIBLE PARA MI, CADA VEZ QUE TE NECESITE! PERO QUE OCURRE.. OCURRE QUE CUANDO TE LLAMO, LA SEÑORITA ESTABA PASEANDO Y COMPRANDO CAFÉ. ¿TIENES ALGO QUE DECIR AL RESPECTO?

Veo los ojos grises de mi jefe y dentro de mí nace un deseo enorme de gritarle y decirle mil y un cosas… Y lo hago… Todo lo que quiero decirle, se lo digo.

¡Si! No estoy aquí para escuchar cómo se coge a una de sus putas. ¡Es desagradable! Tan desagradable como usted que es petulante, arrogante, fatuo y un maldito engreído. ¡Es más! Sabes que… ¡RENUNCIO!

Mi jefe cae en su asiento por la forma tan abrupta y agresiva en que le hablé. No lo podía creer, no podía creer que yo…

—¡Antonella!... ¿Qué no piensa responder?

Los chasquidos de mi jefe me sacan de lugar feliz de mi mente, donde lo mandaba a la mierda, y me hacen aterrizar en esta porquería de lugar. El alza sus cejas en la espera de que le de mi respuesta.

—Lo siento, señor. No volverá a suceder.

—Siempre dices lo mismo. “Lo siento, señor”... Quiero dejar de escuchar excusas y ponte las pilas.

—Si, señor.

[...]

Esa era mi vida, algo patética, algo ridícula, algo soza. Aún así, amaba mi vida, tenía salud, tenía una familia amorosa que me inculcaron que no importa que tan podrido está el mundo tengo que mantener la bondad en mi corazón. Mi padre era el vivo ejemplo de bondad, no importa que tan color de hormiga se ponga la cosa, él siempre mantuvo una mente positiva.

Hace seis años que nos dejó y le tocó a mamá tomar su lugar de cabeza de familia… Solo que ella no es tan apacible como papá.

Vivimos en Tijuana, México… Bueno, mi familia vive en Tijuana, yo me mude a Los Ángeles hace tres años cuando fui transferida a esta sucursal en los Estados Unidos, donde empezó esta tortura con mi adorado jefe. Fue difícil separarme de mi familia, pero lo hice sin dudar ya que el pago era bueno y me permitía apoyar a mi familia. Aun así, los momentos que más anhelo es cuando llega mi hora de salida.

Suelto un suspiro y cierro mis ojos a la vez que lo hacen las puertas del ascensor. Me concentro en meditar un poco para alivianar la carga que ni me molesto en abrir los ojos cuando las puertas del elevador vuelven abrirse.

—¿Cansada?

¡Esa voz!

Abro los ojos exaltada y me encuentro con el rostro de el hombre que para mi es el más hermoso de este lugar. Lucas.

—Lucas. ¿Vas de salida? —respondo con naturalidad tratando de aparentar que mi corazón no está apunto de salirse.

—Si, ya es hora. Más bien es un milagro que tu estés saliendo a está hora.

—¿Tú dices?

—Si. Tu jefe te tiene esclavizada. Se te ve en la cara que estás cansada.

—Lo estoy, en realidad —respondo, soltando un suspiro que denota mi cansancio.

—Tienes que llegar a casa preparando la cena, ¿cierto?

Asiento en respuesta a su pregunta. Lucas hace una mueca con su boca al mismo tiempo que replica mis movimientos, luego de unos segundos de pensar en algo me lanza una oferta que por nada en el mundo podría rechazar.

—Quizás no sea la solución a tus problemas, pero… ¿Puedo invitarte a cenar? Por lo menos te ahorras el cansancio de preparar la cena.

[...]

Y como lo dije. ¡Ni loca rechazaría esa invitación!. La pasamos increíble, Lucas es la primera persona que se ríe de mis chistes malos y es más cómico de lo que pensaba. Y ni hablar de caballeroso, me llevó hasta mi apartamento.

Desde ese día tendemos a hablar más, siempre me regala una sonrisa cuando me ve, es… Es muy atento conmigo… Creo… Creo que le gusto. ¿Será que en algún momento me pedirá que seamos algo?

¡Ahhh! ¿Te imaginas? ¡Por fin tendré novio!

—Antonella —la meliODIOSA voz de mi jefe se escucha por el comunicador.

—Sí señor.

—Llama a todos y diles que los quiero en mi oficina en diez minutos.

—Si, señor.

La empresa donde trabajo es enorme, pero cuando mi jefe dice “llama a todos”, se refiere al personal que trabaja en este piso, que en total somos dieciocho empleados, de los cuales Lucas no estaba incluido, ya que él se encuentra en otro piso.

En menos de los diez minutos que mi jefe me pidió, ya todos estaban en su oficina. El ambiente era tenso ya que el que nos reuniera solo significaba una cosa… ¡Problemas!. Es por eso que nadie se atrevía a decir ni una sola palabra y todos esperaban que fuera él quien hablara.

—Señor —le digo temerosa, tratando de sacar su atención de su computador—. Ya todos están aquí.

Mi jefe alza su mirada por encima de sus lentes y es en ese momento que se percata que su oficina está llena.

—OH. Aquí están. Que bueno que estén aquí.

Esto es extraño. La voz de mi jefe no es para nada filosa, es… ¿Amigable?. Si, está usando un tono más amable y eso es algo que no se ve todos los días.

—Se que se preguntan para que los convoqué… Y quizás piensen que voy a decirles algo malo, pero la realidad es que no… Hoy es todo lo contrario. Los llamé porque quiero felicitarlos y agradecerles por su trabajo… ¡Hemos superado las ventas de este mes! y los de arriba determinaron que ese logro es debido al buen trabajo que ha realizado el departamento de publicidad, o sea, ¡Nosotros!. Un aplauso para ustedes, por favor.

De inmediato obedecemos a su solicitud y todos comenzamos a aplaudir emocionados.

—Todos van a recibir un bono por recompensa… ¡Pero!... Uno de ustedes recibirá un premio… ¡Un viaje, para dos personas, con todos los gastos pagos para las Bahamas!

Con esas palabras todos se exaltan y comienzan a aplaudir y jadear de la emoción, todos menos yo, ya que jamás en mi vida me he ganado algo, así que no me emociono ni un poco por ganar ese viaje.

—Aquí en este bol, está el nombre de todos ustedes. Yo como no estoy participando, seré quien saque el papel, pero… Meneemos un poco esto, ¿no les parece?

Y lo hace. Comienza a menear el bol al frente de todos. Luego lo coloca en el medio de todos y saca uno de los papeles, lo lee en silencio para luego decir el nombre del ganador que yo… Por alguna razón no logré escuchar, solo comencé a sentir la mirada de todos encima de mi, mire a todos sin comprender porque me miraban tanto, fue cuando uno de mis compañeros me da un codazo.

—¡Ganaste Antonella! ¡Ganaste!

Ahora si que abro los ojos impactada y a la vez confundida, esperando que no sea una broma pesada.

—¿Yo? — Me señaló aún asombrada.

Todos comienzan a reír por mi confusión, pero veo que algunas personas me miran con desprecio.

—Si Antonella, ganaste —dice mi jefe—. Ven, toma tu premio.

Con dificultad caminó al frente, a donde se encuentra mi jefe con una carpeta del resort donde pasaré mis vacaciones… Una vacaciones que gane por sorteo ¡Por primera vez!

¡Gané! ¡Voy a conocer las Bahamas!

Todos aplauden entre molestos y obligados, pero me da igual, ¡Iré a las Bahamas, ellos no!

Me toman una foto con mi premio en manos y luego de eso todos se van a sus puestos. Igual lo hago yo, pero es imposible que no pueda borrar la sonrisa que cargó, esa sonrisa me acompaña incluso en mi hora de salida.

—¡Felicidades Antonella!

Escucho la voz de Lucas a mi espalda y de inmediato giro para tenerlo en mi campo visual.

—¡Hola!

—Hola. Vaya, miren esa carita de felicidad. ¿Estás contenta por tu viaje a las Bahamas?

—¡Por supuesto! Primera vez que gano algo.

—¡Eso! ¡Hi five!

Ambos chocamos nuestras palmas en el aire y eso hace que mi sonrisa se ensanche aún más.

—Gracias.

—Tenemos que celebrarlo. Vamos por unas cervezas, yo invito.

Abro los ojos asombrada por su efusividad, pero de inmediato acepto y me aferro al brazo que este me ofrece.

Solo bastaron pocas cervezas para soltarme por completo. El lugar que escogió Lucas era muy bueno, muy cómodo y privado. Tenían Karaoke, del cual me adueñé a la tercera cerveza. Todo fue extraordinario. En momentos pensé que él estaba a punto de besarme, pero no pasaba, quería hacerlo yo pero tampoco me atrevía. Quizás unas cervecitas más nos ayudaba a soltarnos como en… Pero… Eso no sucedió.

Ya estaba al frente de mi departamento y él, muy caballeroso me acompañó.

—Hogar dulce hogar.

—Si, ya llegué a casa.

Los dos nos quedamos en silencio y pude ver cómo está pensando para decir las cosas, creo que quiere declararse, lo noto en su mirada. Pero al final solo me pregunta…

—¿Tienes con quien ir a las Bahamas? Digo… El viaje es para dos personas.

Me quedo en silencio y lo observo y es ahí donde veo la oportunidad perfecta para que él termine de confesar sus sentimientos por mí… La oportunidad perfecta para que pasemos de ser amigos a ser novios.

—La verdad es que no tengo con quien ir. Ahí una persona que tengo en mente en un momento llamaré para preguntarle.

Lucas asiente y agacha la cabeza, se ve que no es la respuesta que esperaba.

—Espero de corazón que disfrutes tu viaje. Ya veré tus fotos en redes… Descansa. Nos vemos mañana.

—Hasta mañana.

Ambos nos despedimos con un movimiento de manos y Lucas da la espalda para marcharse.

Yo me quedo ahí observando y cuando está un poco lejos, tomo mi celular y lo llamó. Veo como este se detiene y mira extrañado el celular, gira hacia mí y lo atiende.

—¿Qué suce…

—Me gane un viaje a las Bahamas— lo interrumpo—. Es para dos personas con todos los gastos pagos… Y no tengo con quien ir… ¿Te gustaría ir conmigo?

Lucas me ve asombrado y el silencio se hace presente. Estaba a punto de colgar y salir corriendo al pensar que me rechazaría, cuando…

—Me encantaría… Para mi sería un honor ir contigo a ese viaje.

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