Chapter 4 Constantine

Missichi 1.4k words

STELLA

Hoy era miércoles. Y estaba observando como Constantine junto a otro muchacho, cargaban las cajas que habíamos empaquetado con ropa, recuerdos, platos, sábanas, utensilios, comida, y un poco más. También estaba mirando a mi madre quién parecía llorarle a su pequeño jardín del frente,pero si supiera que teníamos una casa nueva con un gran terrenal, esas lágrimas ya ni las recordaría.

Seguro que el pequeño jardín del frente tampoco.

Me gustaba verla vestida de esa manera. Mi madre era joven, me tuvo a mí a los 20 junto con mi padre que también tenía la misma edad y luego tuvo a mis hermanos a sus 32. El día de hoy tiene 45 y su rostro aún luce joven. Sólo que descuidado. Pero de eso me encargaría luego, haría que mi madre brillara y se concentrara ahora en ella. En fin, llevaba una braga roja de tela suave, con una chaqueta blanca y unos tacones rojos. La combiné perfecta.

Le compré unos pendientes de perlas y un collar de perlas también, ella luce espléndida.

—No quiero abandonar mi hogar, Stella—apoya su cabeza en mi hombro. Escucho como sorbe su nariz y muerdo mi mejilla.

—Ay mami, vendremos cuando la casa esté lista—mentiras, aún no mandaré a hacer nada, quizá dentro de dos años lo haré.

—¿Cuánto faltaría?

—No lo sé mami. La tumbarán por completo.

Me hago la triste.

Pero es que la verdad me sentía emocionada y esa razón era por Constantine, que estaba haciendo de mi vida feliz al ver a mis pequeños hermanos felices. También a mi madre, claro, pero aún ella no demostraba estarlo, pero en el fondo, sabía que sí.

Suspiré cuando la puerta fue cerrada por mí y guardé las llaves. Era el final, nos estábamos mudando. Me di la vuelta y observé a Constantine quién estaba justo al frente de mi.

—¿Qué?

Entre cerré mis ojos sospechosamente. Constantine ladeó una sonrisa que me pareció tanto como escalofriante tanto como linda.

—No, nada—encoge sus hombros—. ¿Nos vamos?

—Eso creo.

Se dió la vuelta y empezó a caminar. Yo lo seguí después, y ya a punto de subirme al auto, le eché una última mirada al barrio que se estaba perdiendo, le di la última mirada a la casa en la que había crecido. Y me di cuenta que para comenzar de nuevo hay que dejar las cosas en el pasado. Pero las memorias, el recuerdo, lo mantendría presente.

Me subí al asiento de copiloto, y mis hermanos me bombardearon en preguntas.

—¡Stella! ¡Dinos, por favor!

—¡Sí! ¡Queremos saber en dónde queda y cómo es!

—Niños, dejen a su hermana tranquila y quédense quietos—espetó mi madre y ellos se quedaron callados de inmediato.

—¡Quiero el cuarto más grande!—exclamó Owen.

Reí y rodé mis ojos.

El camino a la nueva casa fue extremadamente corto. Pasamos por la ciudad hasta llegar a la urbanización donde viviríamos ahora. Owen y Mary se quedaron boquiabiertos al ver casas hermosas, lujosas y grandes, mientras que mi mamá, estaba sin decir ni una sola palabra. Observaba en silencio.

No sé porqué, pero me sentía muy nerviosa.

Constantine paró en frente a mi nueva casa, y bajó primero que nosotros para ayudar al muchacho del camión de mudanzas con las cajas.

—Ésto es... ¡hermoso! ¡Me encanta! ¡¿Podemos bajar ya?!—gritó Mary viendo emocionada la casa frente a nosotros.

Rio internamente.

—¿Mamá?

Ella estaba en algún estado de shock. Estaba fijamente observando la casa con la boca entre abierta de la segura impresión. En su rostro había un rastro de lágrimas recientes y sus ojos seguían llenos de agua. Mi corazón se estrujó al verla así.

—Yo... no puedo... creerlo—espeta palabra por palabra—. Es...

—Encantadora—termino por ella.

No sabía si era lo que iba a terminar de decir o qué, pero lo era. Bajé del auto, y enseguida mis hermanos también lo hicieron, corriendo directamente a la casa sin cuidado alguno. Abrí la puerta del lado en el que ella estaba y la invité a bajar, aceptó mi mano y bajó con cuidado, su mano estaba sudando y con un temblor muy suave.

Se posó a mi lado, observando la casa aún. Seguí tomando su mano, y empecé a caminar directo con ella, para que la conociera por dentro. Mis hermanos habían dado la vuelta y seguro estaban mirando la piscina. Saco las llaves de mi jeans, y abro la puerta principal. Mi madre entra primero que yo, va caminando despacio observando todo el lugar en silencio, no dice una sola palabra y me aterra.

Volver a ver el lugar hace que me dé escalofríos, ví la sala de estar con sus muebles a juego, la mesa de vidrio en el medio, la chimenea apagada, el televisor que cubría el tamaño de la chimenea encima,las ventanas que dejaban a vista a la piscina, los niños con sentados en el borde de ésta con sus pies dentro y echándose agua, esa escena, hizo que mi corazón se sintiera muy feliz y agusto.

Cuando entré aquí con Constantine, no podía creer lo que veían mis ojos. Se veía tan irreal y mágico, que se me fue difícil entender que ya mi vida estaba repuesta, que ya no estaba de cabeza, sino bien centrada gracias a él, el demonio que aquella noche me escuchó.

Mi mamá se echó al sofá negro, cruzó sus rodillas y pasó sus dos manos por su cara.

—¿Está... todo bien?

—Todo está... ¿muy bien? ¿perfectamente? Todo se ve bien, Stella.

Hace señas a nuestro alrededor. Y lo entiendo.

—¿Te gusta?

Parece dudarlo.

—No lo sé—vocifera—, no estoy acostumbrada a esta vida de lujo, Stella.

Hago una mueca.

—Yo tampoco, mamá.

Resoplamos al mismo tiempo.

—Constantine es muy... bueno contigo—la veo medio sonreír.

Eso hace que me sienta un poco mal. Porque está siendo bueno conmigo por su beneficio y por el mío.

—Sí...

Escuchamos pasos rápidos y de un momento a otro mis hermanos están dentro de la casa viendo por todos lados, observándola.

—¡Es hermosa! ¡Me encanta!

—¡La piscina es de lo más cool, Stella!—exclama Mary, feliz.

Owen se acerca a mí y acaricio su cabello. Toco su nariz con mi dedo, haciendo poop y haciéndolo sonreír.

—¿Podemos ir a ver las habitaciones?—me pregunta.

—Claro, vengan. Constantine las diseñó para ustedes.

—¿Para nosotros?—Owen tiene el ceño fruncido.

—¿Cómo ha conseguido todo ésto?—Mary hace puchero.

Inteligentes. Nos detenemos frente a las escaleras.

—Bueno, yo soy su...

—Socia—su voz suena detrás de mí.

—Socia, sí, eso.

Owen y Mary encogen sus hombros y señalan escaleras arriba.

—Suban sin problemas, ¿sí? Ya es nuestra casa.

Les guiño un ojo y corren felices, pero a mitad de las escaleras se detienen y dan media vuelta.

—¡Gracias Constantine!—exclaman al mismo tiempo y siguiente hacia arriba.

Yo suelto un suspiro muy largo.

—Gracias.

Constantine ladea una sonrisa divertida.

—¿Qué les ibas a decir?

—La verdad, no lo sé. Ah, les iba a decir que era tu asistente, pero pensándolo bien...

—Suena muy mal, Stella—termina por mí.

Asiento.

Tiene razón.

Suspiro. Meto las manos en mis bolsillos traseros y observo detalladamente a Constantine Agatone. Creo que él también hace lo mismo conmigo.

—¿Y bien? ¿Qué opina tu madre de la casa?

Comienzo a caminar a la sala a un paso despacio y él me sigue. Ya al llegar, ella no estaba.

—Realmente, ni ella lo sabe. No estamos acostumbrados a los lujos Constantine, y para mi madre ésto es mucho.

—Ya se irán acostumbrado, cielo.

Cielo.

—Dice que eres muy bueno conmigo—me rio, haciendo vibrar mi cuerpo.

Detengo la risa cuando Constantine ha tomado mis mejillas y ha acercado su rostro muy cerca del suyo. Casi puedo sentir su respiración. Mi corazón empieza a latir como loco y los nervios me invaden.

—¿Qué haces?

—Soy bueno contigo, Stella.

Suena sincero, de verdad lo suena. Pero es imposible creerlo. No le creería. Aún no.

—No me has dado hechos.

Alza sus cejas por primera vez desde que llevo conociéndolo.

—¿Quieres hechos, Stella?

—Quiero... Quiero que no estés haciendo ésto por simplemente sexo.

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