Chapter 2 NI DE CERCA HEMOS COMENZADO

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EMMILY

¿Dónde estaba? Ah, sí, en el intento de fuga de Bennett y su amada Madeleine. Al parecer ver a su padre en ese estado lo quebró totalmente y al final a regañadientes y debo resaltar que de muy mala gana, aceptó la propuesta del mío para salvar la situación.

Si somos objetivas debemos ver claramente que Bennett aceptó la propuesta porque quiso, yo solo hice una propuesta a través de mi padre y él la aceptó, punto. Pudo negarse, pero tomó su decisión como un adulto responsable aun a sabiendas de las consecuencias; y gracias a su manía de querer hacer siempre lo que se supone es lo correcto, terminó cediendo (el típico chico con complejo de Superman). No sé por qué muchos o al menos una gran cantidad de hombres, tienden a creerse el príncipe valiente que debe llegar en su noble corcel a salvar el día de la pobre doncella en peligro, supongo que es una inclinación natural que viene dentro de su ADN. Pero por lo que haya sido, yo salí vencedora.

Bennett trató de convencer a Madeleine de esperarlo hasta que él pudiera cumplir con el tiempo pactado en el contrato que lo hicimos firmar, debía permanecer mínimo un año casado conmigo, ya que con esto garantizaría la devolución del dinero en su totalidad y, así, el arreglo llegaría a su fin, a cambio el podría hacerse cargo del negocio de mi familia y posicionarse como un joven empresario y llenarse de dinero con las ganancias que lograra. Le pidió toda su compresión a la chica y prometió jamás tocarme o tener una relación física o amistosa conmigo seriamos un matrimonio de mentira, una farsa; mientras tanto ella esperaría hasta el momento en el que él terminara el contrato, su familia estaría a salvo, el se desharía de mí para siempre y seguirán con sus planes de un futuro perfecto juntos. Pobre Benn, creo que su mayor error fue ser demasiado optimista, porque nadie en su sano juicio acepta tan absurdo acuerdo, por supuesto que ella se negó, a doña perfecta y buena le ganó el orgullo y lo puso a elegir entre ella y su familia y ya sabemos quién ganó.

Resulta que dos meses después de esto, mi amor y yo nos casamos en una ceremonia muy privada en el jardín de la casa de sus padres; solo familia y amigos muy cercanos, y por amigos cercanos me refiero a los abogados de la empresa y alguno que otro socio de negocios de la familia Blackstone. Luego de la celebración de la boda, nos fuimos a vivir a una hermosa y gigantesca casa familiar de dos plantas en un lujoso suburbio a las afueras de la ciudad, diseñada para acoger una familia numerosa y llena de las comodidades a las que una chica como yo estaba acostumbrada, 6 habitaciones, un gran salón para las visitas, comedor para recibir muchos invitados, sala de entretenimiento, cocina equipada con electrodomésticos con la mas moderna tecnologia, gimnasio, piscina climatizada y un gran terreno con un hermoso jardín que habría sido ideal en un matrimonio normal lleno de amor que no pudieran esperar a tener muchos hijos para criar; en fin, me atrevería a llamarlo un lugar idílico para ser felices por siempre si mi matrimonio hubiese sido por amor y no una transacción comercial.

La casa fue un obsequio de mis generosos padres, supuestamente para cumplir todos mis sueños, la compraron pensando en que todo lo que yo había anhelado desde adolecente se hiciera por fin realidad; pero en cambio, esta casa se convertiría en un espacio donde empezaría a desatarse el merecido infierno en el que se convirtió mi vida por jugar con mi suerte.

Bennett y yo dormíamos en habitaciones separadas. Ni siquiera era capaz de mirarme o dirigirme la palabra por más de diez segundos, lo hacía solo para ladrarme alguna advertencia cuando me acercaba demasiado a él o para recordarme lo miserable que era su vida por mi culpa. Ustedes dirán que me lo merezco por forzarlo a estar conmigo por las malas, pero honestamente fui muy tonta o muy optimista al creer que con la rutina diaria y la convivencia o a lo mejor por estar cerca el uno del otro, él tal vez se fijaría en mí y se daría cuenta que yo era la elección correcta para hacerlo feliz, que yo era su media naranja y nadie iba a hacerlo tan feliz como yo... Alerta de spoiler, eso solo sucede en las telenovelas y libros de romance, cavé mi propia tumba y me enterré voluntariamente en ella.

Así que cuando me llegó el Karma, fue como una avalancha de eventos incontrolables que fueron empeorando mi situacion; resulta que un mes después de nuestra boda, Madeleine conoció a Nicholas Blackstone, uno de los guapísimo primos de Bennett, de quien se podría decir que era la mismísima personificación del dios del trueno: alto, rubio, ojos verdes intensos, cuerpo atlético bien formado y absolutamente comestible con su look de macho alfa. Todo fue llevado por la casualidad o el malvado destino, ya que ella estaba en un bar donde fue a ahogar sus penas y a llorar por la pérdida de Benn mientras se emborrachaba con una amiga. Pero el destino le tenía deparada una gran sorpresa (¿les conté que Bennett es superguapo y supersexi? ¡Amiga, lo es!, así que Nick no era la excepción, era un Blackstone en toda regla).

En fin, la cosa es que la familia de mi amado siempre fue bendecida genéticamente, así que el universo decidió que la situación entre Madeleine y Nick fuera como un flechazo a primera vista y que los hermosos genes de este último hicieran su magia y llamaran la atención de una muy despechada Madi, lo cual resultó en un tórrido romance que se convirtió en boda pocos meses después. Imagínate la situación cuando anunciaron su relación y luego el compromiso en una de las cenas dominicales donde se reunía toda la familia, justo en la casa de Evelyn y George Blackstone, los padres de mi amadísimo esposo.

Bennett se puso como un loco cuando se enteró. Por lo general no asistía a estas reuniones conmigo, ya que con la familia no guardaba ningún tipo de apariencias, y hacía meses que Madeleine no contestaba sus llamadas o mensajes, lo cual era comprensible después de que él se casara con otra persona, aunque fuera por conveniencia.

Yo estaba super asustada, rompió la mitad del mobiliario de nuestra casa, gritó como un loco diciendo que todo era mi culpa. Ciertamente pensé que iba a intentar asesinarme en cualquier momento. Tuve que ir a quedarme en casa de mis padres porque la borrachera que se puso me hizo llegar a la conclusión de que iría por mí en cualquier momento.

Fue la primera vez que sentí miedo de él y me carcomió el remordimiento al sentir que lo que hice estuvo muy mal. Nunca en ningún momento había sentido culpa, nunca asumí que mi cuento de hadas soñado no era más que el capricho de una mocosa inmadura que destruyó la vida de dos personas: la de el hombre que tanto decía amar y la mía.

No conforme con esto, mi mal karma seguía aumentando: en otra de las cenas familiares, dos meses después de su boda, Madeleine anunció la llegada de su primer bebé junto a Nick; confieso que esa fue la segunda vez que tuve miedo de volver a casa, ya que, para mi mala fortuna, Bennett precisamente habia decidido asistir esa noche a la cena en casa de sus padres con la esperanza de poder hablar con Madi y convencerla de que él era el único hombre para ella, pero se encontró con la sorpresa de su vida y por supuesto a apartir de ahí todo fue un desastre.

Venía tan deprisa en el auto que pensé que íbamos a chocar en cualquier momento. Al llegar a casa, Bennett se encerró en su despacho para emborracharse como era ya su costumbre cada vez que algo pasaba con su ex a la que se negaba a olvidar o superar. Nunca debí ser tan egoísta. Esa noche aprendí una lección que jamás olvidaré mientras viva... Nadie debe manipular el destino de una persona sin enfrentarse a graves consecuencias. Me preocupé al verlo tan afectado, no podía dormir al pensar que él podría cometer una locura, así que salí de la cama, me puse una bata sobre mi camisón y baje a buscarlo.

Llegué a su despacho y llamé, pero nadie contestó.

—Benn... Bennett, ¿estás aquí?

Al no recibir ninguna respuesta, decidí entrar preocupada por su bienestar, pero nada malo le había sucedido, ahí estaba él en su escritorio con una botella de whisky a la mitad y otra que ya había terminado, hecha añicos, cerca de la entrada.

—Ya debes estar satisfecha, maldita rubia confabuladora —balbuceaba mientras se levantaba de donde estaba echado, hablaba arrastrando un poco las palabras, pero continuaba hablando con desdén—. Destruiste todo mi maldito mundo, mocosa caprichosa, ¡te odio con toda mi alma!

Realmente estaba asustada y no podía moverme de mi lugar debido al terror que corría por mis venas. No sé en qué momento, porque todo fue muy rápido, se acercó y me tumbó en el suelo, se subió a horcajadas sobre mí, puso sus manos alrededor de mi cuello y empezó a tratar de asfixiarme; pensé que iba a matarme así que empecé a rogarle que me soltara:

—Bennett, ¡por favor!, ¡suéltame! Bennett, vas a matarme... —Sentí que me desmayaba cuando creo que se dio cuenta de lo que estaba haciendo y me soltó. Empecé a toser mientras el aire entraba en mi cuerpo nuevamente, me miró desde donde estaba encima de mi dijo con asco:

—La muerte sería demasiado fácil para librarte de lo que has hecho conmigo. Voy a destruirte a ti y a todo lo que amas y vas a desear nunca haber puesto tus ojos en mí.

Escupió las palabras con mucho odio.

—Yo te amo, lo único que he querido es hacerte feliz.

Se burló de mí con una risa triste y amarga y entonces fue cuando destruyó mi amor en un instante en el que me dio lo que más anhelaba de él, pero no de la forma en que tanto soñé.

¿Ya les había contado que nunca había estado con ningún hombre? De manera sexual, me refiero; pues así fue hasta esa noche.

Lo más triste de todo lo sucedido creo que fue sentir que él nunca me querría; yo llevaba una vida entera amándolo, soñandolo, anhelando un poco de afecto de su parte. Siempre estuve esperando por él, por su amor, su atención, nunca, ni por una vez, permití que otro hombre me tocara porque quería que él fuera el único sobre la faz de la tierra con el que yo estuviera; el primero y el único en mi vida. Añoraba sus manos acariciándome con reverencia y su boca recorriendo mi piel, pero no fue así.

La verdad, que me tomara de la manera que lo hizo, con odio y desprecio en el piso de su despacho, no era lo que soñaba para mi primera vez, no era de esa manera que yo quería consumar nuestro matrimonio. Yo deseaba las flores y los corazones, quería su amor incondicional, no ser tomada como una puta barata en el piso de un despacho, pero a él eso poco y nada le importó y, aunque no fue como yo quería, lo dejé que hiciera lo que quisiera conmigo, al fin y al cabo, pensaba que eso era lo que me merecía como consecuencia de mis actos.

Bennett hizo lo que quiso con mi cuerpo y luego me echó como un trapo que se usa y se desecha. Solo le faltó lanzarme unos billetes cuando se subía los pantalones y me sacaba de su despacho. Me fui corriendo de ahí a esconderme a llorar en la oscuridad de mi habitación para que no se diera cuenta cuanto daño le había hecho a mi maltrecho corazón.

Pero no había terminado conmigo, tenía que humillarme un poco más.

Al siguiente día me levanté dolorida por todas mis partes de niña — no de la forma agradable —, pero tuve que tragarme mi orgullo para que no se diera cuenta cuando me hizo sufrir, porque, no siendo suficiente con lo que sucedió la noche anterior, dos abogados me esperaban esa mañana en el despacho maldito donde fui manipulada y obligada a firmar un documento en el que le cedía a Bennett las acciones de la empresa de mi padre, las mismas que él me había regalado por mi boda, y, además, le entregaría el poder total de mi fideicomiso y la herencia que me habían dado mis abuelos, absolutamente todo mi patrimonio, de tal forma que él lo manejaría a su antojo y sin ninguna restricción. Por lo tanto, aceptaba también que no podría divorciarme de él en un mínimo de diez años a partir de ese momento o perdería todo lo que me pertenecía porque automáticamente pasaría a manos de él. Bennett tendría el poder de renovar esta cláusula a su antojo, «cada vez que le diera la gana» el podria eliminarla o extenderla, pero con el odio que decía sentir por mi, estaba segura de que pasaría mucha agua debajo del puente antes de que el quisiera dejarme libre de el horrible contrato. Estaba presa en una situación que yo misma me busqué por capricho y terquedad. Entonces lo entendí, aquí empezaba su venganza; porque si él no era feliz, yo no lo sería jamás. Sufriríamos juntos y nos amargaríamos juntos hasta que la muerte nos separase. Se preguntarán por qué lo permití. Supongo que aún quedaba mucha de la oscura obsesión que sentía por él en mi alma y era mejor tenerlo así que perderlo para siempre.

Y eso, fue lo que sucedio, gracias a mi estúpido invento, ahora estoy condenada en un matrimonio sin amor y sin esperanza de liberarme pronto. Solo a la espera de que Bennett algún día pueda dejar de odiarme y pueda perdonarme y, tal vez, solo tal vez, podamos lograr encontrar el camino hacia la verdadera felicidad.

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