Después de encargarse de mi cuerpo, mi padre volvió a casa con mis cenizas.
Cuando mi madre vio la urna, se sorprendió, pero pronto su rostro volvió a mostrar su habitual impaciencia:
—Basta ya, José. ¿Hasta cuándo tú y Feliciana van a seguir con esta farsa? Feliciana, sé que estás escondida, si...