El agua del río por la noche estaba especialmente fría.
Caminé lentamente hacia el interior, hasta que el agua cubrió mi cabeza, llenando mi nariz y mis pulmones. Temblaba en el agua, sin saber si era por el frío del río o por el frío en mi corazón.
Pero al menos todo había terminado.
Cuando volví a abrir los ojos, me había convertido en un alma, flotando detrás de Tristán...
¿Ni siquiera en la muerte me dejan tranquila?
Qué fastidio.
No quiero verlo más.
Tristán estaba sentado junto a la cama del hospital, pelando una manzana para mi hermana Luz. Ambos conversaban y reían, sin que ella mostrara rastro alguno de depresión.
Mamá, para darles espacio, había salido de la habitación y ahora esperaba pacientemente en la puerta.
Sentí un dolor punzante en el pecho. Floté hacia donde estaba mi madre y grité en su oído: —Mamá, ¿sabes que Tristán es el esposo de tu hija menor?—
—¿Por qué no puedes darme un poco del amor que le das a Luz? ¡Aunque sea un poquito!—
Tan pronto como terminé de hablar, me di cuenta de lo ridículo de mi comportamiento. Al fin y al cabo, los vivos no pueden escuchar a los muertos.
Antes, cuando estaba viva, ni siquiera entonces me escuchaba, ¿cómo lo haría ahora que estoy muerta?
Una sensación de impotencia me envolvió. Ahora solo deseo que nunca encuentren mi cadáver.
No quiero tener nada más que ver con estas personas.
Luz y yo somos gemelas. Al nacer, Luz era débil y enfermiza, mientras que yo estaba fuerte y saludable.
Aunque los médicos explicaron repetidamente que el desarrollo de los dos fetos dependía de la genética, mi madre seguía creyendo que yo había robado los nutrientes de Luz.
Pensaba que había nacido para expiar culpas, por eso me llamó Pecadora.
Desde que éramos pequeñas, si Luz quería algo, yo no podía tenerlo.
Luz quería aprender a tocar el piano, así que la familia vendió una suite y contrató a un famoso profesor para que le diera clases particulares, mientras yo tenía que aplazar incluso el pago de unos cientos de dólares para cuotas de clase .......
Siempre que Luz estaba involucrada, yo perdía antes de empezar.
Ella siempre conseguía que todos se pusieran de su lado y, con total rectitud, me arrebataba todo.
De niña, Luz era frágil, y toda la familia la cuidaba con esmero. Cuando finalmente recuperó la salud, de repente le diagnosticaron depresión...
Entonces, toda la familia comenzó a correr de un lado a otro por ella. Siempre me pregunté, ¿cómo alguien que tiene una vida tan fácil y llena de privilegios puede tener depresión moderada?
Hasta que un día fui al hospital y descubrí que yo tenía depresión severa.
Fue en ese momento cuando me di cuenta de que, en realidad, todos están enfermos.
Después, cada vez que escuchaba a alguien decir: —Luz tiene depresión, ¿por qué no puedes ceder un poco? ¿Es que no tienes ni un poco de compasión?—
Me parecía ridículo.
Yo no solo tenía depresión severa, también tenía cáncer terminal. ¿Quién se compadecería de mí?
Hasta que conocí a Tristán en la universidad, pensé que mi vida iba a cambiar.
Pero esa luz en medio de la oscuridad me empujó a un abismo aún más profundo.
Luz fue el primer amor de Tristán, y no lo supe hasta después de casarnos.
Si lo hubiera sabido antes, habría mantenido a ese hombre bien lejos de mí.