Abro mis ojos y me alejo de él colocandome a la defensiva.
—No —digo tajante—. Me niego a compartir la cama contigo.
—¿Me tienes miedo, Zahira? —se burla—. Tranquila cariño que yo no muerdo, además no pretenderas que duerma en el suelo. ¿Cierto?
—¿Por qué simplemente no me puedes alojar en otra habitación?...