Eris levantó la cabeza de inmediato, con los ojos brillantes de preocupación.
—¿Ése es el hombre que me salvó? ¿Cómo está? —Su voz tembló—. Vaya, sigo siendo una malagradecida. Él me salvó, y ni siquiera me acordé de él. Díganme donde esta para retribuirle que me allá salvado.
—Esteban está bien —respondió...