Punto de vista de Daniel.
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Cuando regresé del entrenamiento, ni mi lobo ni yo percibimos el olor de Ángel en la casa. Al instante, él se puso muy inquieto, pero intenté calmarlo diciéndole que no había razón para preocuparse. De todas maneras, mi familia se percató de mi nerviosismo.
Caminé de prisa...