SILVANO.
Di una última calada a mi cigarrillo, y en respuesta a la señal de Kosar, mi primo, aplasté la colilla en el suelo con mi zapato.
—¿Todo listo? —le pregunté, mientras observaba desde la distancia la puerta de hierro que esperaba mi entrada.
—Todo despejado —dijo, sosteniendo el portátil que...