Guillermo al sentir que mis manos temblaban, se acercó a mi y me susurró al oído:
— Tranquila cariño, yo estoy aquí contigo. Eres una guerrera, no tienes de qué avergonzarte.
— Gracias amor, lo sé.
Ambos caminamos juntos hasta donde estaban todos, la cara de Luis José, era indescriptible,...