[Hoy, un hombre armado irrumpió en el Hospital El Amor y apuñaló a un médico que estaba en consulta más de una decena de veces. El herido está siendo atendido de urgencia y el sospechoso ha sido detenido. La policía está investigando las causas...]
Escuchando la noticia en la televisión, mis manos temblaban de nerviosismo.
Levanté la vista hacia la sala de emergencias iluminada al otro lado, sintiendo un temor incontrolable.
—Papá, por favor, tienes que estar bien.
—Llamen a los de cirugía para que nos ayuden.—Una enfermera salió corriendo apresuradamente.
Rápidamente saqué mi móvil, tardé tres intentos en desbloquearlo, y con urgencia busqué en mi agenda de contactos.
—Contesta, por favor, contesta—. Murmuraba ansiosamente mientras esperaba que respondieran.
—El número que usted marcó está temporalmente fuera de servicio...
Me quedé atónita mirando el teléfono, y tras un momento de desconcierto, volví a marcar.
Después de trece intentos, finalmente lo conseguí.
—¡Vicen, papá tuvo un accidente y lo están atendiendo de urgencia, necesitamos un cirujano, por favor, regresa rápido!— supliqué entre sollozos.
Mi esposo, Vicente Arroyo, es uno de los mejores cirujanos del Hospital El Amor. Con él, papá tendría una oportunidad de sobrevivir.
Al otro lado de la línea hubo un silencio antes de que una voz femenina hablara.
—Vicen está conduciendo, no puede atender el teléfono—.
Era Suna Yanes, la exnovia de Vicente.
Mordí mis labios, tratando de controlar mis emociones.
—Ponlo al teléfono. Su profesor se está muriendo. Tiene que volver aquí enseguida.—
Escuché murmullos y voces indistintas, pero no pude entender lo que decían.
Un segundo después, oí la voz sarcástica de Vicente.
—¿De verdad crees que con este truco me harás creerlo? Qué excusa tan patética, no puedo creer que el maestro tenga una hija como tú.
Intenté explicarme desesperadamente.
—Te digo la verdad...
Pero solo escuché el tono de llamada cortado. Vicente había colgado.
Me quedé mirando la pantalla oscura del móvil, en estado de shock.
—Feliciana, lo siento mucho, hemos hecho todo lo posible.
El director del hospital, con la ropa ensangrentada, estaba frente a mí, con un rostro lleno de dolor.
Todo mi cuerpo tembló, y el móvil se me cayó al suelo.