Vicky
—Te quedaste… —murmuro más para mí que para él. Mi voz amortiguada por la piel de su pecho—. ¿Por qué?
—Por respeto —dice, mientras recorre mi espalda con las yemas de sus dedos. Me sorprende tanto la delicadeza de su roce, así como la sinceridad en sus palabras.
—Por respeto… —repito...