Chapter 2 No sé bromear, señorita.

Ricarlys Morao 1.1k words

El aterrizaje sería lleno de miedos. Más allá de ser la primera vez que tomaba un avión, era la primera vez que me arriesgaba tanto. Y finalmente llegaría el momento de afrontar la realidad de los actos que había tenido.

Una vez bajando, sentía mis piernas bloquearse y mis manos sudar. Estaba atacada del miedo y nervios, él o ellos estaba allí, esperando y juzgando mi cuerpo, mis expresiones, todo mi ser.

Era el momento de la prueba final sobre lo que sería mi destino y lo que sería la primera parte para cumplir el sueño americano.

Todo allí era diferente a mi pequeño pueblo. Cada persona iba de un modo diferente, apartados en su propia burbuja, su propia galaxia. Nadie miraba al otro, mucho menos eran amables. Debías valerme por mi misma.

Una vez dentro, no hice más que encender mi celular y buscar mis maletas. Una vez con ellas en mano, me senté a un lado, bebía agua, respiraba calmada y me aseguraba de que todo aquel equipaje estuviese en orden.

Pasados los minutos, mi celular sonaría y me dejaría ver la llamada entrante de Tyron.

Mis manos se bloquearon de solo ver su nombre sobre la pantalla y tardaría un par de segundos antes de contestar.

—Hola, sí. Ya aterricé, le estoy esperando señor, Tyron.—Confesé con miedo. Escuchaba su respiración agitada tras el teléfono, mientras sonidos inaudibles ocurrían.

—Charlie irá por ti. Búscalo en la salida del aeropuerto, lleva un letrero con tu nombre. Te llevará al automóvil y de allí a un hotel. Acomodate, descansa un poco y duchate, estaré allí en unas 3 horas. Bienvenida a Estados Unidos, Candace.—Dijo antes de acabar aquella llamada.

No hice más que mirar la pantalla una vez más y respirar hondo. Tomando mi equipaje y poniéndome de pie, caminé hasta la salida, dónde muchas personas esperaban a muchas más.

Allí estaba mi nombre; Candace Williams.

No hice más que sonreír de lado y caminar con cuidado hasta aquel alto y fuerte hombre.—Hola.—Susurré dejando mis maletas ante él. Ni siquiera se inmutó y solo bajó su mirada con cuidado hacia mi.

—Hola.—Dijo casi inaudible antes de dirigir su mirada una vez más a la nada.

—Soy Candace, la chica que esperabas.—Dije señalando su letrero. Él no hizo más que volver a bajar su mirada, observando cada parte de mi y mirando mi equipaje.

—¿Eres Candace?—Preguntó confundido.—Algo jóven. ¿No?—Preguntó bajando a tomar mis maletas.

—28 años, señor.—Respondí con pena caminando junto a él. Rió con sarcasmo y volvió a guardar silencio.

No hubieron más palabras durante el camino, mucho menos en el automóvil. Vidrios polarizados, música a bajo volumen, aire a altas temperaturas.

Manejaba a una velocidad media, no despegaba la mirada del camino y con suerte mostraba que estaba respirando con normalidad.

No hice más que tomar mi celular e intentar escribir a mi madre, pero en aquel mismo segundo y en cuestiones drásticas, Charlie tomaba mi celular y lo dejaba entre sus piernas.

—No. Sin celulares, Candace.—Ordenó sin más.

Allí mis alarmas se encendieron aún más y todo aquel miedo acumulado, terminaría de estallar.

—¿Por qué? Solo iba a avisar a mi madre que había llegado sana y salva. Se preocupa mucho, si no le aviso es capaz de llamar a la policía.—Susurré con miedo.

Una vez más el guardó silencio y jamás despegó la mirada del camino. Pasados los minutos, tomó mi celular y comenzó a utilizarle.

—¿¡Qué haces!?—Pregunté alarmada.

—Le aviso a su madre que llegó sana y salva, señorita. Así no se preocupa.—Avisó.

No hice más que respirar hondo y mirar por la ventana. ¿Sería el final de mi vida?

—No te preocupes, solo son. protocolos de seguridad por parte del señor Tyron. No quiere que la información se filtre o que llegue a saberse que trajo a una chica desde un pequeño pueblo solo para cumplir un capricho.—Confesó una vez más.

—No iba a hacer nada, no tomaría fotos, ni grabaría. Está a salvo su secreto conmigo. Tampoco quiero que nadie sepa que vine hasta acá a alquilar mi vientre por un par de billetes.—Respondí apática.

Él rió a lo bajo y continuó el camino. Pasados los minutos, el automóvil se detuvo ante lo que supuse era mi hotel. Un hotel en piedras de aproximadamente 15 pisos. Lujoso, altamente caro y delicado.

Charlie fue el primero en bajar, sacó mi equipaje y se dispuso a abrir mi puerta.—Supongo que llegamos, Tyron le habrá explicado. Póngase cómoda, la llevaré hasta su habitación y le daré su celular, no cometa alguna locura, señorita. No querrá pagar las consecuencias de ir en contra del señor Tyron.—Confesó caminando dentro del edificio.

No hice más que guardar silencio y observar cada rincón de aquel lugar. Todo era brillante, increíble y costoso.

Charlie se encargó de todo y finalmente tenía una llave, piso 8. Una habitación grande y espaciosa que me dejaría ver la ciudad desde mis ventanas.

Tenía baño, una enorme cama, ventanas enormes y una mesa de escritorio.

Dejadas las maletas a un lado, Charlie respiró hondo y entregó el celular en mis manos.—Sin errores, Candace.—Avisó.

Sonreí y lo sostuve en mis manos.—¿Tyron y Bella vendrán?—Pregunté.

Él solo negó.—No puedo darle mucha información señorita, podría meterme en problemas. Tyron vendrá en un par de horas, solo póngase cómoda y ni se le ocurra salir de aquí.—Dijo señalando la habitación.

—¿No puedo salir? ¿Es una broma?—Pregunté reprochando.

—No.—Dijo rápidamente.—No sé bromear, señorita. Lo digo en serio, no quisiera tener que causarle más problemas de los que debería. Solo usted tiene el control de su destino y vida en éstos momentos. Adiós.—Dijo antes de salir de la habitación.

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