Fahriye no podía creer lo que estaba sucediendo, al ver la sonrisa sardónica del hombre frente a ella, sintió temor y a la vez furia.
—Hola, preciosa, ¿Me extrañaste? —el hombre preguntó aún sonriendo.
—Eres un imbécil, ¿Cómo pudiste? —Farh deseaba tener la fuerza suficiente para ponerlo en su lugar inmediatamente.
Farh no...