—¡Oh! Al fin mi mariposa ha vuelto al rosal —a pesar de lo ronca que es su voz, hay un tono suave en ella, lo que la hace sentir algo más confiada— acércate, por favor. —dice, mientras le hace un gesto a Pablo con su mano para que se retire, orden que este cumple antes de que el gesto terminara, cerrando las enormes puertas detrás de él.
Amanda toma una fuerte bocanada de aire en un intento por llenarse de valor y sale caminando hacia Alejo, no piensa darle tiempo a que él tenga que repetírselo. Se detiene a unos pocos pasos de él, quien ya ha rodeado su buró y se encuentra recostado al mismo.
—Con que te habías escapado ¿cierto?
¿La conversación no podía haber comenzado de otra forma? Ahora ella no tiene idea de qué hacer, si responderle con la verdad o mantener el silencio.
—¡Respóndeme puta de mierda!
El tono dulce que hace unos minutos la había afianzado ya no existía, no había ni asomo de él, en su lugar la rabia reinaba ahora, tanto en la voz como en su expresión mientras la toma con fuerzas de la mandíbula.
—¡¿Te pensaste que no te encontraría, que soy uno de esos matones mierderos de por ahí?! Que poco me conoces, todavía no te habías montado en ese taxi y ya yo te estaba siguiendo —la voz retumba contra las paredes haciendo eco
—Yo… yo no quise hacerlo —responde ella con pánico rápidamente y la risa más malévola que ha escuchado nunca sale directamente de la garganta de él. ¿En qué se ha metido ella?
Por lo que le pareció un par de minutos, la risa diabólica reinó en esa habitación, hasta que, de un momento a otro, ella sintió un dolor en todo el lado derecho de su rostro incomparable con nada que hubiera sentido nunca antes.
El brazo de él salió disparado desde abajo hacia la cara de la dulce chica, haciéndola caer al suelo a causa del golpe. Instintivamente, ella se lleva su mano hacia el dolor del golpe solo para descubrir que un hilo de sangre le está saliendo de su labio inferior que comienza a temblar acompañado de unas cuantas lágrimas que no logra contener.
No debió haber dudado, no debió haber pensado que lo que Pablo le había contado era exageración, de hecho, seguramente se había quedado corto. Sin dudas, a esto era a lo que se refería cuando le dijo que, al encontrarlo, sería difícil de manejar.
—¡Cállate puta! ¿Te he dicho que podías hablar? ¿Cuántas veces tengo que decirte que, cuando yo hablo, todos tienen que estar en silencio? El único momento en el que tienes permitido responderme es cuando te esté cogiendo. No eres más que mi puta ¿entiendes? Lo único que te mantiene viva ahora es el hecho de que eres la madre de mi hijo, de mi heredero.
—¿Hijo?
La pregunta salió de boca de Amanda antes de que pudiera darse cuenta de ello. Cuando llevó las ambas manos a sus labios ya era demasiado tarde, él la había escuchado ya. Cerró los ojos con fuerza mientras esperaba el próximo golpe, o quizás, su muerte, pero no fue así.
—¿Qué quieres decir? Mi deseo era tener una versión miniatura mía, alguien a quien pudiera enseñarle todo desde pequeño, un hijo que pudiera hacerse cargo de mi legado. Dime que eso fue lo que me diste. Amanda no se atreve a responder, hace solo unos pocos minutos él le había propinado una bofetada terrible por hacerlo, no quiere ganarse una segunda.
—Pero ¿a ti te han taponeado los oídos hoy? ¡que me respondas!
—Es una bebé, una nena, no un nene
—¿Acaso no sirves ni para eso?
Se acercó a ella rápidamente y la agarró por la parte superior de su cabello, lo más pegado al cráneo que pudo y la arrastró por el suelo hasta tenerla junto al buró. El grito la estuvo acompañando hasta que la soltó solo para tomarla por los brazos y ponerla de pie.
La empujó hasta que su espalda baja la tuvo contra el borde la madera, encajada haciéndole daño y, como si fuera una vieja costumbre de Alejo, volvió a sujetarla duramente por la barbilla.
—¿Qué mierda te pasa?
Esta vez, al pronunciar sus palabras le escupió el rostro haciendo que su estómago se revolviera una y otra vez, teniendo que hacer el mayor esfuerzo para no vomitarle encima, estaba segura de que esa sí sería su sentencia de muerte.
—Lo… —hace una pequeña pausa para estudiar la reacción de Alejo, no parece que vaya a golpearla nuevamente, al menos no por ahora— lo siento mucho. —apcanza a decirle, mientras piensa si este hombre todavía se encuentra metido en la edad de piedra al pensar que ella como mujer es la que da el género del bebé. La está acusando cuando, en realidad, la responsabilidad cae sobre los hombros de él, pero no puede decírselo.
—No importa, tienes suerte de estar jodidamente buena como para querer tener otro hijo contigo y de que me pongas tanto, justo como ahora. —le dice mientras toma una de sus manos y la lleva directamente hacia su dureza dibujando una sonrisa en su rostro. —La sientes ¿verdad puta? Hay algo extraño en ti hoy, no sé qué es, como si dar a luz te hubiera cambiado, estás más divina.
El asco y la repulsión que ella sintió cuando la saliva de él cayó por accidente en su rostro, no se compara para nada a lo de ahora. Tiene que reunir todas sus fuerzas para mantenerse firme mientras su mente piensa una y otra vez en qué hacer para librarse.
Alejo acerca más su cara a la de ella y pasa su asquerosa y sucia lengua por todo su rostro, por sus labios, por su cuello y por la V de su pecho.
—Te voy a tomar aquí mismo —le dice al mismo tiempo que comienza a rasgar toda su blusa con sus grandes manos.
Amanda se siente débil, se siente inútil mientras intenta entorpecerle el trabajo y repite “no” una y mil veces. Su primera vez no puede ser con este monstruo que tiene enfrente. La vida no puede hacerle sufrir tanto, ella no se lo merece.
Otro golpe va directo hacia el mismo lado de su cara, pero, esta vez, es capaz de mantenerse de pie.
—¡Tú solo tienes un solo deber aquí y es satisfacerme! ¿lo entiendes? —espetó, mientras la sujeta por el cuello y apreta con fuerza, con sus ojos bien abiertos.
—M-i se-ñor —Logra decir ella casi sin aire y él la suelta. Inmediatamente ella lleva su mano hasta la zona de dolor y, después de tragar un par de veces, tiene éxito en encontrar su propia voz.— No se me ha olvidado mi deber para con usted, solo que, ahora mismo, estoy muy débil y estar con usted podría traerme consecuencias devastadoras, no poder salir en estado nuevamente sería una de ellas. Quiero darle el heredero que tanto desea, permítame descansar unos días y prometo que no pararemos hasta lograrlo
—Muy bien —responde él para su sorpresa— hasta que ese tiempo pase, desaparece de mi vista.
Esta vez, él no se lo tuvo que decir dos veces, ella asintió con su cabeza y salió disparada hacia la habitación de la bebé. Al parecer, esta vez, la suerte la estuvo acompañando, solo espera que no la abandone…