Subí al piso con paso ligero y encontré a Jimena en su habitación.
Estaba retocando un poco de base que se había corrido, aferrando la mano de papá, con lágrimas no derramadas en los ojos.
“Papá, ¿Rosi no vendrá? Ella es mi hermana, y en mi día más importante como adulta, realmente deseaba su bendición.”
El padre, siempre tan severo y distante conmigo, le dio una palmadita en el hombro y le dijo con ternura: “Ella vendrá. Ya he enviado a Pepé a buscarla. Hoy no haremos que te arrepientas.”
En el pasillo encontró a José, con una expresión grave, y le dijo: “Dile a Rosa que si no viene hoy, no la consideraremos nuestra hija.”
“Papá, no responde a mis mensajes ni contesta las llamadas de mamá,” dijo José con rabia contenida. “Lo sabía. Gente como ella no tiene conciencia. Solo accedió para darnos falsas esperanzas y arruinar el día más importante de Jimena.”
Hoy es el día más importante para Jimena, quien anunciará su boda con Merlín, con quien ha estado saliendo durante tres años.
Recuerdo claramente el día en que llevé a Merlín a casa y Jimena se enamoró de él a primera vista.
Aún recuerdo cómo brillaban sus ojos al verlo.
Esa noche, encontró una excusa para llevarme a la playa, me compró un café y, mientras sacudía mi mano, me dijo: “Rosi, me encanta Merlín. Eres tan excelente, seguro encontrarás algo mejor. ¿Podrías dejármelo?”
Lo rechacé. Pero poco después de regresar a casa, Merlín rompió conmigo. Le pregunté por qué, hasta que, enfadado, me dio una bofetada. Caí al suelo, mi rodilla chocó con el áspero pavimento y un dolor agudo recorrió mi cuerpo. Él no mostró ninguna simpatía, solo me miró con desdén.
“¿Todavía quieres ocultarme la verdad? Hasta tu familia la ha revelado y me la ha contado.”
Una mañana, cuando mi madre de repente me pidió que fuera con ella a comprar víveres, mi hermano José apartó a Merlín y le contó algunas “verdades” sobre mí.
Dijo que tenía mal comportamiento, robaba dinero a mis compañeros, vejaba a mi hermana, hacía tonterías e incluso tenía relaciones sospechosas con muchas personas durante la universidad.
Al final, el justo José suspiró profundamente y dijo: “Rosa es mi hermana, quiero apoyarla, pero no puedo ver cómo te hundes en este pozo.”
Me senté en el suelo, mirando a Merlín mientras escuchaba esas acusaciones, con la rodilla raspada aún dolorida.
Cuando escuché su última frase, levanté la vista. Él frunció el ceño. “¿De qué te ríes? ¿Todavía lo niegas?” Sacudí la cabeza y sonriendo, dije: “Todo lo que dicen es cierto.”
Merlín nunca tuvo un sentimiento profundo hacia mí, especialmente cuando mi familia “las personas más cercanas a mí “ le contaron cuán terrible era yo.
Aprecié y amé a mi familia.
Mientras vivía, me ignoraban; ahora no saben ni les importa que yo ya esté muerta.