-¡Suéltame! ¡Bájame ahora!- chilló la pelirroja, pataleando sobre el fuerte hombro de Sebastián, quien la ignoró y entró al ascensor con Helena a cuestas, para él era como peso pluma, esa mujer no pesaba nada.
-No hasta que entremos al coche.
-¿Estás loco? ¡Esto es un secuestro! ¡Ayuda!
-Grita lo que quieras, borracha....