—No estas comiendo. ¿Por qué diablos no estás comiendo? No hay forma de que puedas decirme que no tienes hambre, estás empezando a verse así y tu piel está enfermizamente pálida. Como un fantasma.
—No quiero.
Me acerco a la bandeja, la recojo y la dejo en la mesita de noche.
—Ahora, come...