Los pies están matándome. Son más de las once cuando un borracho hace su camino hasta la barra.
—Hola, preciosa—dice en voz cantarina.
—¿Qué te sirvo?
—Un brandy.
Asiento y lo sirvo. Pienso que se va a ir, pero se sienta en un taburete libre de la barra.
Volteo y me encuentro con el hombre...