Chapter 4 Luke Green.

Anna Alvarez 1.2k words

POV Luke Green.

En mi vida he visto de todo.

Me he enfrentado a mis miedos y he luchado por mantenerme con vida.

Combatí en los peores escenarios.

Pero en mi puta vida puede imaginar que alguien me hiciera sentir una curiosidad y al mismo tiempo me cayera de la patada.

Eso es lo que provoca Samantha en mí.

La mujer es una visión para todo ojo humano, es alta, con atributos bien definidos y una elegancia propia de una reina, sus ojos claros son como dos manantiales, sus labios regordetes y jugosos solo invitan a una sola cosa; sin embargo, cuando habla quiero zarandearla.

«No me creo eso de que es sobrina de María, y si lo es, entiendo porqué la tenía oculta.»

¿Será que es adoptada?

No es descabellado...

La mujer es tan pedante y narcisista, nuestro primer encuentro fue accidentado y ella de inmediato supuso que era un imbécil.

Es evidente que se deja llevar por las apariencias de las personas.

Ayer tuve un día de mierda después de tener que lidiar con algunos caballos. Así que ella supuso que soy un trabajador en el rancho de Dariel, no pienso sacarla de su error, bueno, al menos me voy a divertir un par de días.

«Cuando Jeff dijo que había una Barbie en el rancho, se quedó corto.»

¿Qué diría la fresa Samantha si supiera que no trabajo para Dariel y que soy el dueño del rancho vecino, así como le explico Aston?

Sonrío en silencio.

Entramos al Dorado y cuando aparco fuera de la casa de mi amigo, ella salta haciendo flotar el vestido que lleva. Debo admitir que las botas le quedan sexi y le hacen un culo respingón que es llamativo.

¡Maldición! Necesito pensar en vacas.

—Gracias por llevarme al pueblo —espeta en tono sincero y sé que lo es porque su nariz se arruga cuando está siento sarcástica.

¡Jódete Green! Me reprendo.

Tomo la comida de la perrita de la que Draco al parecer se ha encaprichado.

No podría estar más fuera de su liga, mi pobre muchacho puede sufrir a causa de la bruja que no quiere que se acerque a su fina canina.

Con Samantha fuera de mi vista, me acerco a la cocina y dejo la comida en un rincón.

María está alistando el almuerzo de los vaqueros y me da una mirada expectante.

—¿Eso es para la perra?

Asiento.

—Sí, ya tu sobrina se puede ocupar de alimentar a su mascota.

Sin decir nada, me tiende un vaso con limonada la cual agradezco y lo tomo de un tirón.

—Iré a ver a Dariel antes de irme a casa —le tiendo el vaso de regreso.

«También debo ver cómo sigue cerbero.»

Sin esperar respuesta me alejo y me encamino a la oficina de mi amigo. No me preocupo por llamar, entro y este levanta la vista de sus documentos.

—Ya estás de regreso —comenta.

—Sí, en el pueblo me encontré con Aston.

Se ríe.

—Me llamo y estaba muerto de risa —, se reclina en su silla y me mira — ¿cómo es eso de que trabajas para mí?

—Ella lo pensó —me encojo de hombros.

—¡Qué hijo de perra eres! —se ríe de mi loco proceder.

—¿De verdad es familia de María?

Su sonrisa muere y asiente.

—Por supuesto, pero si fuera tú, me alejaría de esa mujer.

—¿Te interesa?

Bufa mientras lo miro con los ojos entrecerrados.

Dariel se había casado con una mujer que le dejo al no soportar la vida del rancho, el hombre se divorció luego de un tormentoso matrimonio y decidió no volver a casarse, él ha sido el único de los tres que perdió la cabeza, eso nos ayudó a Aston y a mí a no cometer ese error.

—¿Cuándo vas a decirle que eres el dueño del rancho vecino?

—Un día de estos —, me quito el sombrero vaquero y lo dejo sobre su escritorio—. Debería ir a ver a Savannah y preguntarle por Cerbero.

—¿Piensas enviarlo a las carreras?

—Si Savannah dice que sí, puede que lo piense.

—Has trabajado desde el año pasado por el Derby, ¿ahora que te detiene?

Me dedico a la cría de caballos y tenía varias coronas en mi repisa, el año pasado obtuve el segundo lugar en el famoso Derby de Kentucky, y este año se supone que voy por la revancha, mis caballos pura sangre eran de los favoritos en el hipódromo, pero Cerbero era especial, sé que es un semental con posibilidades, pero si algo sale mal y puedo perderlo.

Es el único animal que me niego a que sufra las consecuencias de las carreras.

Tengo un par de ejemplares que estoy segura podrán ir al Derby. No soy un oponente fácil y muchos dueños de caballos lo saben.

—Bueno, hablando de otra cosa, —Dariel me saca de mis pensamientos —dentro de una semana tenemos una reunión con el distribuidor.

Dariel, Aston y yo somos socios en un matadero, además de criar caballos, tenía un centenar de cabezas de ganado, así que mis días eran ocupados y lleno de actividades.

También llenos de problemas.

—Necesito poner trampas para coyotes, he perdido un par en lo que va del mes.

Maldice largo y tendido.

—Pensé que Jeff estaba paranoico cuando dijo haber visto uno.

Niego, ojalá fuera eso.

—Tenemos que poner trampas alrededor de las propiedades, puedes decirle a Aston.

Suspiro y me pongo de pie.

—Debo ir a casa, iré a recoger a Draco que está con Jeff.

—Nos vemos.

—Por supuesto, tengo una inquilina que molestar.

Se ríe.

—Eres un idiota.

—No contradigo verdades entre amigos.

Con eso me alejo y cuando salgo al jardín, veo a la mujer que me desespera y me gusta molestar tomando el sol, ahora luce un vestido vaporoso de falda en A, en color azul oscuro y está sentada sobre una manta, junto a ella está su Pomerania que salta de un lado al otro quemando las energías que su comida le ha dado.

—Adiós princesa —mi tono es desdeñoso cuando digo el "princesa."

Ella abre un ojo y bufa.

Sé que le disgusta.

—Adiós, bestia.

Sí, claro que le disgusta mi manera de llamarla.

Me agacho y le miro a la cara, sé que puede sentir mi presencia porque arruga su nariz respingona.

Me tomo mi tiempo para mirarla y no puedo evitar sonreír cuando veo los dedos de sus pies pintados de rosa y ella los mueve con gracia.

Por supuesto.

Niego y me pongo de pie ignorando su olor a fresas.

—Me dio gusto verte hermosa —, susurro.

Ella abre los ojos y me mira con indignación.

—Me llamo Samantha, no hermosa. —Gruñe indignada.

—Le hablaba a Chanel —replico guiñándole antes de darme media vuelta, no sin antes escucharla.

—Insufrible.

Me rio, me rio como hace mucho no lo hacía.

Es claro que voy a divertirme.

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