Después de cerrar la puerta, Ángela no pudo contener una gran sonrisa, pues de solo pensar en aquel hombre y sus payasadas le resultaba chistoso.
—Buenas noches. —escuchó la voz de Sara y saltó por el gran susto que recibió.
—Hola —respondió con rostro de susto.
—¿Estás bien, señorita?
—S, sí… Solo...