Desperté con los chillidos de Rosalina. Inmediatamente me levanté de la cama y corrí hacia la cuna.
—¿Qué quieres, pequeña traviesa? —le pregunté juguetonamente.
Ella me miró con una expresión confundida.
—¿Está lista la niña de mamá para comer? —dije de manera juguetona mientras la levantaba y la movía un poco. Me sonrió...