Me siento en el suelo, ella me da la esponja y se inclina un poco para poder restregar su espalda. Lo hacía con suavidad y en círculo, por alguna razón, toda la ira que sentía hace un rato, se me había ido.
—¿Estás bien? —habla ella.
—Ehm sí, ¿Por?
—Estás muy callado.
—¿Alguna vez...