Sara
Había pasado dos semanas desde que había conocido al hombre. Lo podía sentir cerca de mí en todos momentos, pero había decidido que lo ignoraría completamente. Izan era mi prioridad principal.
La manada vecina, Escarlata Pérez, iba a tener un baile para que las personas encontraran a sus compañeros y el solo pensamiento de que mi novio pudiera encontrar a otra mujer me producía náuseas. Sin embargo, me calmaba haciéndome recordar que nos habíamos prometido no asistir porque no necesitábamos a nadie más que a nosotros.
La verdad era que estaba muy contenta con nuestra relación. El único problema era que no podíamos pasar tanto tiempo juntos, a pesar de que me había mudado de vuelta, por el entrenamiento de Izan. Necesitaba probarle al Alfa que era lo suficiente versátil para cumplir con lo que se necesitara de él.
Ya que la gente estaba ocupada preparándose para el baile, no habíamos tenido mucho movimiento en la cafetería. La mayoría de personas no podían esperar por encontrar a sus compañeros, la única excepción éramos nosotros.
—¿En qué piensas? —me preguntó mi mejor amiga, Hanna, observándome con intensa curiosidad. Suspiré mientras observaba los autos pasar por la pista.
—Conocí a mi compañero —solté con reticencia a lo que ella chilló de emoción.
—¿Y quién es? —me preguntó implorándome con los ojos, pero obviamente no se lo iba a decir.
—No lo diré, pero lo rechacé como lo habíamos planeado con Izan —le respondí a lo que ella frunció el ceño—. Nos prometimos amor eterno. Ya quedamos en que me marcará y nos casaremos cuando le den su descanso y haya cumplido con su entrenamiento.
—No pensé que fueran tan enserio al punto que decidieran rechazar a sus compañeros —dijo con sorpresa mientras tomaba un sorbo de su batido—. No creo en enamorarse de alguien que no sea tu compañero, pero respeto tu decisión. ¿Cómo reaccionó cuando lo rechazaste?
—¿Te has olvidado que saliste con varios chicos en la escuela? —le recriminé.
—Eso es porque nunca saldría enserio con nadie que no fuera mi compañero —me explicó con facilidad.
—Muy bien, pero no puedes decirle a nadie, ¿entiendes? —le dije con insistencia mirándola fijamente hasta que lo prometiera—. Nadie, y lo digo enserio, nadie puede saber de esto.
—Tienes mi palabra, Sara, ahora dímelo todo.
—Lo rechacé, pero me dijo que quiere un tiempo para decidir si lo acepta o no.
—Ah —sonrió mi amiga con intriga a lo que la fulminé con la mirada—, no todo es tan fácil, ¿no? Vas a tenerle que decirle a Izan sobre él.
—No quiero que piense que puede perderme —dije, negando con la cabeza, segura de que lo último que quería en mi vida era el drama de un triángulo amoroso—. Quiero que Izan se concentre en su entrenamiento y cumpla sus sueños. Sé lo mucho que ama su carrera militar.
—¿Si sabes que mientras más se demore en completar el proceso, el vínculo seguirá creciendo? —me preguntó mientras terminaba su batido haciendo ruido. Suspiré porque sabía que tenía razón.
—No lo he visto en dos semanas, quizás cuando se dé cuenta de que mi relación con Izan es perfecta, acepté mi decisión y me deje en paz.
—A lo mejor, aunque también podría matarlo —dijo, dramáticamente Hanna—, quizás pida una pelea. Sabes que los hombres lobos somos territoriales, no te tomes a la ligera el vínculo. No entiendo cómo es que has rechazado algo que todos se mueren por tener.
—Estoy segura de que encontrarás a tu compañero en el baile —le aseguré con optimismo. Sabía que si lo encontraba, lo más probable era que sellaran el vínculo esa misma noche. Hanna se había asegurado de mantenerse virgen a pesar de sus múltiples relaciones por la posición de su familia como Betas. Mi mejor amiga era perfecta: popular, aguerrida y segura de sí misma.
—Bueno, pero al menos dime si es de la manada —me dijo poniendo los ojos en blanco a lo que dudé por un segundo antes de asentir con la cabeza haciéndola sonreír de lado—. Muy bien, entonces te aconsejo que hagas que te odie o que lo evites a toda costa.
Realmente quería hacerlo, pero sabía del impulso sobrenatural que teníamos en nuestra genética. Mantenerlo alejado no sería fácil. Tal vez debería amenazarlo para que no se me acercara o podría mentirle y decirle que estaba embarazada de mi novio. Si me preguntaba por ello después, le podía decir que lo había perdido.
Mi mente iba a mil por hora pero no sabía elegir la mejor opción. No era realmente mi fuerte lo de conspirar, pero necesitaba encontrar una buena estrategia para lograr que este hombre me dejara en paz sin tener que incurrir en la violencia. Me fijé en Hanna con suspicacia.
—Lo intentaré, pero necesito un plan para la próxima vez que lo vea.
—Me tengo que ir, pero cualquier cosa me mandas un mensaje —me dijo mientras revisaba su reloj y se despedía con el ceño fruncido. Tenía que encontrarse con su mamá para comprar el vestido que usaría en el baile.
Me la pasé aburrida el resto del tiempo mientras revisaba mis tareas pendientes y las redes sociales. También les envié un video gracioso que Izan me había enseñado en la mañana aunque sabía que solo mi papá lo disfrutaría porque mi mamá nunca había sido capaz de entender ningún tipo de humor. Ella pensaba que siempre se tenía que se productivo.
Una clienta entró con un libro en la mano y se puso a leerlo mientras comía su emparedado. No sabía si era la vida riéndose de mí porque el título leía: «Cuidado con denegar tu destino». ¿O quizás era mi consciencia la que me decía esto? Me dio curiosidad saber sobre su contenido.
—¿Es cierto? —le pregunté, tomándola por sorpresa.
—¿Qué?
—Lo siento, el título del libro, me pregunto si hay alguna consecuencia por rechazar a tu compañero?
—Oh —dijo—, mi abuela siempre decía que lo que la naturaleza ha decidido tiene un lugar y función que llevar a cabo en nuestro mundo. Ir en contra de tu destino, podría ocasionar un cambio en tu vida.
—Ciertamente ese cambio también podría ser bueno, ¿no?
—La mayoría de veces hacer ese tipo de cambio tiene sus consecuencias —me explicó—, pero veo que todavía no has sido marcada.
—No —le respondí mientras me enderezaba con el trapo con el que limpiaba las mesas en mi mano y notaba la marca en su cuello.
—No te preocupes y no te rindas tampoco. Encontrar a tu compañero es una bendición pues nadie será capaz de amarte como él.
—Gracias. Lamento haberla interrumpido, disfruté de nuestra charla.
—No fue ninguna molestia, eres muy amable y este es mi cafetería favorita.
—Que disfrute el resto de su día —le dije con una sonrisa antes de volver detrás del mostrado preguntándome qué tipo de cambio habría en mi vida.
Izan me recogió del trabajo. Ni bien lo vi afuera, corrí a sus brazos y nos abrazamos con fuerza. No podía contener la emoción de verlo de nuevo, lo había extrañado mucho y solo quería quedarme en sus brazos toda la noche. Bajó su cabeza para darme un beso que me dejó sin aire.
—Ese fue un beso excepcional —bromeó mientras me mordía el labio.
—No nos hemos visto en mucho tiempo porque estabas en la manada de tu mejor amigo —le respondí dándole un beso más mesurado—. Han pasado tres semanas desde la última vez que nos vimos, dime que ya terminaste y te vas a quedar para siempre.
—Debería pasar más tiempo contigo, lo siento —se disculpó mientras suspiraba.
Las alianzas entre manadas requerían que algunos guerreros fueran enviados a ayudar o entrenar. Izan estaba tratando de convertirse en uno de élite para poder posicionarse en el tercer eslabón de los militares.
Nos fuimos a mi casa, me di cuenta de que mis padres se habían ido a cenar a la ciudad, así que estábamos solos. Ni bien terminamos de comer, nos fuimos a mi cuarto. Izan cerró la puerta con fuerza y no dejó de besarme hasta que mis labios se tornaron rojos por el abuso.
No podía quejarme, me encantaba su aroma y sabía besar tan bien que me hacía olvidarme de todos mis problemas.
Estábamos en la cama con él encima mío, le agarré el rostro con mis manos mientras nos besábamos y lo sentí sonreír contra mis labios. Entreveré mis dedos en su suave cabello mientras me besaba las orejas y luego el cuello. Sus manos acariciaron mi cuerpo hasta posarse en los botones de mi camisa y abrirla de golpe. Su mano izquierda se posó en mi pecho y se agachó para lamerlo. Lo había extrañado mucho, esperaba que pudiéramos tener una larga noche de placer. Sin embargo, su teléfono sonó en ese momento.