Eda, sintiendo que entraban al ascensor y se cerraba la puerta, con voz fría, suplicó.
—Puedes bajarme, ¿no crees que estás exagerando? Bájame, puedo caminar sola.
Pero Magnus no cedió. Mantuvo su agarre firme mientras el ascensor se movía. Cuando finalmente la puerta se abrió, caminó tranquilamente con Eda en su hombro.
La...