Chapter 2 Viaje a la manada Moonlight

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Tan pronto como nos deslizamos en el interior del vagón, me acurruqué en una esquina del largo asiento que me asignaron. Era una mañana muy fría, en la que pesadas y persistentes gotas de lluvia golpeaban contra las ventanillas del tren, mientras yo contemplaba el paisaje a través del cristal. Vi pasar colinas llenas de neblina y ganado encerrado por vallas de madera. Tomé un sorbo de la humeante taza de té que tenía en la mano y observé las volutas de vapor que se elevaban empañando mis lentes.

Un suspiro escapó de mis labios. Eso me ocurría todos los días. Tal vez debería hablar con mi padre sobre la operación láser de ojos de la que me habló Zain. Él quería que me deshiciera de mis anteojos. No es que yo tuviera ningún problema en usarlos, pero él sugería que estaría mejor sin ellos.

Nuestro equipaje, con lo necesario para un viaje corto, traqueteó cuando el tren redujo la velocidad para permitir que subieran más pasajeros. Mis ojos inmediatamente se dirigieron hacia la puerta, donde apareció una mujer alfa con un fuerte aroma a té de hierbas. Ella entró corriendo, seguida por dos machos que olían igual a ella; seguramente, venían juntos.

Le sonreí al percibir ese delicioso olor herbal que flotaba hacia mí, pero ella levantó la nariz con arrogancia, sacudiendo la cabeza con desaprobación y se sentó en el extremo de su compartimento. Una vez que se acomodó, sacó rápidamente una novela gruesa de su bolso, para ocultar su rostro detrás de ella.

Yo hice un mohín de disgusto ante su actitud. Las hembras alfa desprecian a las de mi clase, porque los machos se sienten atraídos fácilmente por nosotras. Si a los hombres les dieran a elegir, siempre escogerían omegas, esa es la principal razón por la que nosotras no les gustamos a las mujeres alfa.

Por el rabillo del ojo, vi a mi madre, que sonreía ansiosamente, como tratando de tranquilizarse.

Cara, mi hermana, estaba concentrada en enviar mensajes de texto en su teléfono. No demostraba ningún interés en estar con nosotros a pesar de que viajábamos solo por ella. Aiden, el alfa de una importante manada, estaba interesado en conocerla, y si todo salía bien, él podría ofrecerle matrimonio.

Mi padre se frotó las manos. "Todavía no puedo creer que accedieran a recibirnos".

"¿Por qué no?", resopló mi madre. "Después de todo, Cara es la beta más bonita de nuestra manada. Era obvio que el alfa la querría para él".

Cara puso los ojos en blanco, supongo que en ese momento le prestó atención a la conversación de nuestros padres. No solía ser grosera, pero en ese asunto no estaba de acuerdo, ya que ella quería seguir estudiando. Al menos eso eso fue lo que me dijo la noche anterior, mientras hacíamos las maletas.

"¡Bueno, en eso tienes razón!", dijo mi padre con voz cantarina.

Después de eso, el silencio se apoderó de nuestro compartimiento, mientras todos nos enfocábamos en admirar el paisaje a través de la ventana. Tendríamos que viajar una hora más antes de llegar a la manada Moonlight. Ellos vivían alejados de nosotros, por eso tuvimos que tomar un tren.

A diferencia de otros grupos, en el de Aiden no se habían adaptado a la tecnología moderna de los humanos. Mi madre no estaba contenta con eso, pero eran la manada más rica de todas. Además, el padre de su líder solía ser uno de los jefes del consejo.

"¡Rose!", la voz aguda de mi madre irrumpió en el silencio del vagón.

Entonces, yo giré la cabeza para verla. "¿Sí, mamá?".

"Espero que hayas empacado suficientes supresores, porque no queremos ningún escándalo".

De inmediato, mis mejillas se pusieron rojas, mientras todos los que estaban alrededor de nosotros me miraron. ¿Por qué no pudo esperar a que estuviéramos solas para preguntar? Los dos machos alfa, que estaban sentados cerca de nosotros, se rieron en mi dirección antes de apartar la mirada. Soltando un suspiro, asentí con la cabeza.

"¡Usa la boca, por el bien de la luna!", estalló mi madre, con su voz chillona.

Entonces mi padre se apresuró a intervenir. "Mary, ¿quieres parar? Ella te dio su respuesta".

"Yo no la escuché, Frank. Para algo le enseñamos a hablar, ¡pero no!", hizo una pausa moviendo la cabeza, luego añadió. "Le encanta comportarse como si todavía fuera una mocosa".

Ahogando sus voces en mi cabeza, miré por la ventana. Cara me lanzó una sonrisa comprensiva que ignoré. Si la miraba a los ojos, rompería a llorar. ¿Por qué mi madre me odiaba tanto? Ella había estado haciendo eso desde que tenía memoria, burlándose y criticando cada uno de mis movimientos. Cara no recibía ese tipo de trato de ella. A mi hermana la trataba como su muñeca de cristal, mientras que yo era un monigote de trapo. ¿Todo porque era una omega?

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"Oye, Rose, ¡despierta! Vamos, tenemos que irnos", me instó una voz familiar, palmeándome el hombro.

Entonces me di cuenta de que el tren ya no se movía y me desperté sobresaltada, sentándome con una tensión alarmante. Al ver a mi padre a los ojos, él me dirigió una mirada comprensiva.

"¡Lo siento! Ya desperté".

"Está bien. Vámonos. Tu madre y tu hermana ya bajaron del tren".

'Por supuesto, ¡no podían esperarme!', pensé en silencio.

Cuando llegamos, nos recibieron dos altos alfas que vestían uniformes y que entrecerraron los ojos al vernos. Mi padre inmediatamente dio un paso al frente para saludarlos.

"Soy John, soldado de la manada", dijo el de cabello castaño, inclinándose ante nosotros, antes de señalar a su compañero y presentarlo. "Y este es Leo, mi hermano y también soldado de la manada".

"Hola, mucho gusto".

"Estamos aquí para llevarlos a nuestra casa".

"¡Ah!", respondió efusivamente mi madre. "¡Eso es fantástico! No podemos esperar a conocer a nuestro futuro yerno".

Ellos dos se miraron entre sí con extrañeza y nos hicieron una seña para que los siguiéramos. Yo vacilé ante la mirada fija de mi madre, pero respiré hondo, tratando de olvidar sus ojos como espadas.

Cuanto más nos adentrábamos en el pueblo, más pares de ojos vigilantes nos seguían. Decidí ignorar a los miembros de la manada, pero no funcionó por mucho tiempo. La curiosidad se apoderó de mí y levanté la vista, encogiéndome cuando unos lobos dejaron a un lado lo que estaban haciendo y empezaron a susurrar acaloradamente entre ellos.

Me estaba sintiendo increíblemente cohibida, pero me propuse mirar fijamente el impresionante pueblo, en lugar de encontrarme con las miradas cautelosas y poco acogedoras de sus pobladores. Varias tiendas se alineaban a lo largo de las calles, donde vendían todo lo que uno necesitaba para subsistir. Mi madre no podía dejar de adular el color de las frutas y de las verduras recién cortadas.

"Nuestra Cara es muy afortunada", comentó ella de pronto.

"Guarda algo para cuando nos encontremos con el Alfa, querida", recomendó papá.

Mi hermana y yo tuvimos que esconder nuestras sonrisas ante ese comentario.

El Alfa, que dijo llamarse Leo, habló con los guardias que estaban en las puertas de la casa principal de la manada, para que nos permitieran entrar. En el momento en que lo hicimos, mi corazón comenzó a latir más rápido, las manos me empezaron a sudar y mi respiración se aceleró. No soportaba el calor que se acumuló en mi estómago. ¿Qué me estaba pasando?

"Alfa Aiden los está esperando adentro".

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