Mientras aún lloraba en el viejo banco, una figura familiar se me acercó; traté de ocultar mis lágrimas, pestañeando y presionando mis ojos con la punta de mis dedos. El Alfa se aclaró la garganta, su mirada clavada en mí. ¿Acaso él había visto mis lágrimas? Ojalá que no.
"Rose", masculló...