Arnaldo se quedó helado, su teléfono se deslizó de sus manos y estuvo a punto de caer.
—¿Cómo que a mis hijos los han secuestrado? —dijo Arnaldo, sintiendo cómo un sudor frío recorría su cuerpo y sus venas hervían por la furia que le ha provocado saber esa lamentable noticia.
—Será mejor...