Madison no se detiene, no se despega de mi pene, lo chupa y acaricia con su lengua como una experta.
—¿Te gusta? —Pregunta, volviendo sus ojos hacia mí y lamiéndose los labios.
—No pares, sigue así, lo haces perfecto. —¡Ah!, otro jadeo salió de mí. Joder, esta mujer… mi mujer me está...