Juro que no podía creer que Arnaldo me encontrara tan pronto, ¡ah, qué tonta soy! ¿Cómo se me ocurre quedarme siempre en la misma ciudad donde él se encuentra?
—¡Qué! No puede ser, él ya sabe que estoy allí—. Reaccioné alterada.
—No, hija, él no lo sabe.
Ese hombre se presentó y...