El frio comenzaba a asolar en aquellas tierras, y los Cárpatos parecían fieles a sus leyendas.
Dragos Albescu observaba caer las hojas secas de los altos abedules que coronaban los caminos hasta su mausoleo. Ninguna alma se atrevía a explorar en lo profundo de aquellos bosques, por miedo a las bestias...