Llevo más de tres horas en el almacén organizando, junto a Marta, los expedientes que vamos a utilizar en los nuevos proyectos y que también queremos entrar toda la información en las computadoras. Cuando recibo una llamada.
—¿Sí?
—Bella, soy yo, mamá.
—¿Mamá? —pregunto sin poderlo creer. —¿Qué quieres?
—Nada, ¿no te alegras saber...