Sentándose erguida, Rosalía inspeccionó sus heridas, alabándose a sí misma por haber recordado acurrucarse en una bola para no sufrir demasiado daño en las costillas.
—¡Eso dolió como la madre que lo parió! —maldijo Rosalía mientras se acomodaba en posición de sentado.
Después de examinarse, Rosalía miró las llaves que había tomado...