Era ya de madrugada y la espaciosa villa estaba iluminada solo por una lámpara de pie.
Joaquín, después de escuchar la respuesta del abogado, parecía congelado en su lugar. Pasó un largo rato antes de que preguntara en voz baja:
—¿Qué has dicho? Repítelo.
Su voz estaba ronca, cargada de una desesperación profunda...