Su voz era fría, pero sus palabras hicieron que me sonrojara.
Que dijera eso para salvar mi orgullo era algo que no esperaba.
Ariano apretó los dientes, riendo con amargura: —Hermano, será mejor que te la lleves. ¡Me molesta solo verla!
Yo palidecí. Adrián bajó la mirada, me miró un momento y, naturalmente,...