Desde adentro se escuchó otra carcajada: —¿Ustedes creen que esa tonta de Carina vendrá en verdad en treinta minutos?
Chasqueó la lengua. —¡Desde su casa hasta aquí es por lo menos una hora!
Así es, de mi casa al bar son tres horas. Pero hay una idiota llamada Carina María que, para venir a buscarte, se ha pasado varios semáforos en rojo.
Esbocé una sonrisa amarga, ya podía ver los titulares de las noticias de mañana.
#LaFamiliaMaría la señorita insiste y no para
#LaFamiliaMaría la señorita rompe las reglas por amor
—¡Déjenlo ya, es bastante molesto!
Ariano sonaba algo irritado. Sé que desde su accidente, cada vez que alguien me menciona, su rostro se endurece al instante.
Sin embargo, siempre sonreía para consolar a la mujer a su lado, con la misma ternura de siempre en su voz: —Cariño, no les hagas caso, ven, come.
Ella, con un vestidito blanco, se acurrucó en el pecho del hombre, y dijo coquetamente: —Yo también quiero tomar un poco de vino.
Temiendo que Ariano no aceptara, le guiñó un ojo de manera juguetona. —Solo un poquito, ¿sí?
Los amigos de Ariano se unieron al jaleo, y uno más atrevido ya le había servido una copa a Silvia.
—Venga, cuñada, aquí tienes.
Ariano alejó la copa un poco, asegurándose de que Silvia no pudiera alcanzarla, y riendo, exclamó: —¡Al que se atreva a darle de beber, lo mato!
Al escuchar a alguien llamarla "cuñada", sentí un dolor profundo que me dejó sin palabras.
Desde pequeños, nunca fuimos iguales. Yo siempre era la primera de la clase, la hija ejemplar que todos los padres querían.
Ellos eran diferentes, con su riqueza despreciaban todo a su alrededor.
Me ridiculizaban como una ratón de biblioteca, pero temían el poder de la familia María, así que solo se atrevían a hablar a mis espaldas.
Después de que Ariano y yo empezáramos a salir, sus críticas fueron desapareciendo de mi mundo.
Quizá en ese entonces, ni siquiera aceptaban de corazón que yo fuera su cuñada.
Pero nunca me importaron esos títulos vacíos, mientras mi Ariano me recordara, eso era suficiente.
Suficiente.