En plena tarde, Joaquin se encerró en el despacho. Sus dedos temblaban con fuerza; no se atrevía a abrir aquel informe. Yo, impaciente, me sentía como una alga en el mar, balanceándome sin rumbo fijo.
—No puede ser —murmuró Joaquin para sí mismo—Ella me está engañando, este informe debe ser falso.
Impulsivamente,...