Me levanto con cuidado después de que Leah se cansara de pegarme y me dirijo al baño destinado para los de servicio para limpiarme. La agua está fría y no puedo evitar un escalofrío cuando toca mi piel. Luego de echarme una pomada para mis heridas y cambiarme de ropa, voy corriendo a la cocina para preparar el desayuno. Hay más de cien personas viviendo dentro de la mansión, algunos viven en suites lujosas junto a sus familias o si son huérfanos en habitaciones separadas.
Termino de cocinar junto con la ayuda de otros omega. El desayuno de preferencia es el inglés lleno de salchichas, tocino, pan tostado, huevos y frijoles. Estamos sirviendo las grandes bandejas cuando entra Amos, el futuro Alfa de la manada, con su aire de suficiencia que lo caracteriza. A pesar de su fama de mujeriego, no puedo evitar admirar su belleza. De todas formas, esto no es suficiente para olvidarme de todas las veces que me molestó junto con los demás o golpeó por equivocarme. Una vez me abofeteó por derramar café caliente sobre Eunice, su novia, y aunque mi loba quiso responder el ataque, le recordé que si hacíamos algo, terminaríamos muertas.
Amos se me queda mirando de forma extraña, pero decido ignorarlo y seguir con mis labores. Los demás chicos también notaron mi presencia y comenzaron a molestarme pero los ignoro a todos. Mis padres llegan después de unos minutos, pero me miran con tanto odio y disgusto que me volteó rápidamente con los ojos llenos de lágrimas. Camino con prisa para calmarme, después de todo, me prometí a mí misma que encontraría la forma de escapar de este infierno y para eso tengo que ser fuerte.
Chalo, mi loba, me recuerda que las cosas mejoraran cuando encontremos a nuestro compañero de vida. Desde que nos contaron sobre esta personas elegida por el destino para amarnos, Chalo piensa que él nos salvara de esta tortura y nos cuidará para siempre.
Algunos de los chicos se ponen sus mochilas para irse a la escuela y no puedo evitar sonreír con amargura. Extraño estudiar y extraño a mis profesores, a pesar de que los otros estudiante usualmente se burlaban de mí. Dejé de ir a la escuela en mi segundo año de secundaria porque la manada decidió que no valía la pena invertir en mi educación. Después de todo, no es como si pudiera entrar a una buena universidad con mi historial.
Salgo un rato al patio para tomar un poco de vitamina D ya que mi piel está extremadamente pálida de todo el tiempo que paro adentro. Sonrió suavemente cuando los rayos de sol calientan mi piel y mi loba deja escapar un suspiro contenta. Me escondo detrás de las gradas mientras veo a los guerreros de la manada entrenar. Me gusta observarlos para saber lo básico sobre defensa.
Nuestra manada, Dawnrise, no es muy fuerte y nos valemos de los diferentes tratados con otras manadas para sobrevivir. La peor pesadilla del líder es que molestemos a otra más fuerte y entremos en guerra, por ello, nos aseguramos de celebrar todos los años la renovación de estos tratados a lo grande con un banquete completo y una fiesta en la que todos participan.
Una mano me agarra del cabello repentinamente y me caigo de espaldas. Eunice aparece en mi campo de visión, con los brazos cruzados y una sonrisa triunfante en el rostro. Hago mala cara al verla y trato de levantarme pero ella pone su pie sobre mi estómago. No está sola, está acompañada de dos rubias cabeza hueca.
—¡Deja de mirar a mi novio!
Me duelen las costillas donde me está pisando y toso ligeramente para soportar el dolor. Mi loba está tratando de curarme lo más rápido que puede, pero nuestra habilidad está severamente mermada porque no nos transformamos tanto como deberíamos. Finalmente, levanta su pie e intento levantarme con dificultad pero ella me golpea las piernas para que caiga de nuevo. Pone su talón sobre mi cuello y cierro los ojos esperando lo peor.
—Si presiono un poco más fuerte, podría terminar con tu sufrimiento para siempre —me dice de forma maliciosa a lo que mi corazón comienza a latir desenfrenadamente. Mi loba no deja de rugir, pero sé que no hará nada. Ella tiene bastante ímpetu, pero trato de controlarla lo mejor posible porque no podemos correr este riesgo. Chalo de todas maneras me intenta ayudar y reúna las fuerzas suficientes para patear a Eunice en las piernas haciéndola caer. Me levanto de un salto, enojada con el mundo, y comienzo a golpearla sin parar en la cara.
Unos brazos me agarran y nos separan a la fuerza mientras los demás están vitoreando nuestra pelea. Una sensación curiosa se extiende por mi cuerpo ante el contacto, pero lo ignoro por la furia que corre por mis venas.
—¡Déjame! —grito pataleando para soltarme. Me deja caer al suelo y lo enfrento con el puño levantado listo para golpearlo cuando me doy cuenta de que es Amos. Me detengo en seco y trago saliva con dificultad al verlo frente a mí. Se ve increíble en su uniforme de baloncesto. Este sonríe de lado al verme admirarlo haciendo que me sonroje violentamente y le evite la mirada.
—¿Por qué estás ocasionando problemas, omega? —me pregunta enojado.
—¡Ella fue la que comenzó!
—Serás castigada de todas maneras, ¿te das cuenta de lo que hiciste? —me gruñe, amenazante, mientras me empuja contra un árbol. Me estremezco ante el impacto y me comienza a asfixiar. Trato de golpearlo, pero pareciera que estuviera golpeando a una pared. Mi mirada comienza a nublarse y siento que mis pulmones me arden. Cuando mis manos caen a mis costados, sin fuerza, Amos finalmente me suelta y caigo rendida al suelo.
Mientras trato de recobrar el oxígeno, el chico se agacha a mi costado y pareciera que me mirara con preocupación, pero estoy segura de que me lo debo estar imaginando porque un segundo después sus ojos se oscurecen y se desenfocan. Debe estar llamando a los guardias de la manada para que me apresen.
—Te quedaras en las mazmorras por lo siguientes días —me explica y abro los ojos con horror.
—¡Ella fue la que comenzó! —gritó, aunque sé que es inútil. No quiero pasar ni un día en las mazmorras, los guardias se aprovechan de las mujeres siempre que pueden. Nunca me ha pasado, pero tampoco quiero arriesgarme. Este me ignoró y se levantó para irse, pero se detiene después de dar dos pasos.
—Antes de que me olvide, quisiera dejar esto en claro. Yo, Amos Rivers, te rechazo como mi compañera y futura Luna, Anaiah Ross.