No quería venir al evento de esta patética manada, pero sé que es mi deber atender como rey de los hombre lobo. Los Dawnrise no son los más fuertes, tampoco tienen tantas riquezas, pero han logrado mantenerse a flote gracias a las alianzas que forjaron en el pasado porque el líder y su pareja no son muy inteligentes aunque supongo que están esforzándose.
Luego de los saludos iniciales, nos comunican que el manto de liderazgo será entregado al hijo del Alfa, Amos. Lo veo de pies a cabeza con interés, pensando que es posible que este joven sea alguien mejor calificado para su manada. Este mismo camina al centro de la tarima junto a una jovencita que asumo será su compañera y otorga un breve discurso con agradecimiento.
—Yo, Amos Rivers, prometo ser un líder justo y capaz para mi manada. No los defraudaré —dice mientras se le unge y la transferencia del manto se hace efectiva. Todos aplaudimos y se pueden escuchar algunos vítores de los alrededores. La música comienza a sonar y la fiesta comienza.
—¿Podemos irnos ya? —le pregunto a mi beta, Danford. Estoy seguro de que está tan aburrida como yo.
—Todavía no, nos vamos mañana. Quita esa mala cara y diviértete —me indica a lo que me encojo de hombros antes de agarrar una de las flautas de champaña de la bandeja de un mesero. Danford me mira con el ceño fruncido pero al darse cuenta de que no estamos solos lo oculto y muestra una sonrisa pacífica—. Deberíamos quedarnos porque sino, ¿quién acompañaría a estas lindas señoritas?
Bufo por lo bajo cuando lo veo en plan rompecorazones. Danford también tiene veinticuatro años y no tiene una compañera como yo, sin embargo, a diferencia mía, su plan para encontrarla consiste en meterse en la cama de todas las mujeres solteras disponibles. No es que no disfrute de los placeres carnales, tengo una o dos mujeres a las que frecuento, pero tenemos un acuerdo mutuo en el que saben que las dejaré ni bien encuentre a mi Luna. Dejo la flauta sobre una mesa y me alejo dándome cuenta de que mi lobo no ha dejado de moverse desde hace un buen rato.
Saga me dice mentalmente que nuestra compañera está cerca y tiene mi atención en un segundo. Trato de olfatearla para encontrar su paradero, reviso cada rostro que veo cerca de mí, pero no logro identificarla. Salgo del salón para buscar a Amos y exigirle que me diga si hay alguna mujer que haya faltado a la fiesta, pero cuando llego a su oficina escucho gemidos saliendo de la misma así que procedo a buscar a su padre.
—¿Todos los de su manada han asistido al evento de hoy día? —le gruño al grupo concertado alrededor del hombre con tanto fervor que los demás dan un paso atrás al verme.
—Sí, todo están aquí —responde con titubeo mientras oculta a su compañera atrás de él. Entrecierro los ojos al notar que me está mintiendo.
—No lo creo, mis sentidos han logrado captar la esencia de mi compañera, pero no puedo encontrarla. Pareciera como si hubiera estado aquí hace horas.
—Mi señor, todas las mujeres solteras están aquí —me informa la mujer escondida entre los brazos del hombre y dejo escapar un gruñido gutural. Saga pierde la paciencia y toma control de mi cuerpo.
—¡Voy a matarlos a todos ustedes si no me dicen dónde está en cinco minutos! —grita haciendo que todos se arrodillen frente a él.
—Mi señor, algunas de las mujeres solteras han sido llevadas a las mazmorras porque causaron problemas. Quizás sea una de ellas —me responde finalmente con la verdad la mujer a lo que me doy media vuelta y corro en dirección al sótano.
Su aroma cada vez se hace más fuerte y los gritos que comienzo a oír me hacen angustiarme. Mi sangre hierve de solo pensar que alguien estuviera haciéndole daño así que abro la puerta de una patada y la escena que encuentro me hace perder los estribos. Dos guardias están agarrándola contra el suelo mientras un tercero se encuentra sobre sus piernas, la hermosa joven tiene el rostro lleno de lágrimas y sus garras están a la vista indicando que estuvo peleando.
—Por fin te encuentro.
Después de decir esto, reacciono antes de darme cuenta y me lanzo contra sus atacantes. Los guardias se dan cuenta de quién soy y tratan de alejarse, pero mi lobo es más rápido. En menos de dos minutos, sus cuerpos inertes yacen tirados en el piso. Me agacho al costado de la joven y la cargo en mis brazos para sacarla de este horrible lugar. Me estremezco al notar lo muertos que lucen sus hermosos ojos azules.
—¿Qué te hicieron? —murmuro con dolor mientras le beso la frente. Ella enfoca lentamente su mirada y me toca suavemente con sus dedos la mandíbula antes de perder el conocimiento. Alguien debe pagar por esto, me aseguraré de ello, no me importa si tengo que matar a todos los de esta manada.