YENEFER
Cuando Franco me preguntó cuánto valía para mí, estaba muy cerca
y pude sentir su cálido aliento en mi oído. Fue increíblemente ambiguo.
Me miré los dedos de los pies y susurré:
_ No tienes precio.
Como obtuvo la respuesta que quería, se rió en mi oído.
_ Pero eso fue en...