A primera hora de la mañana, entré a la oficina con los ojos aún enrojecidos.
Había probado compresas frías y calientes, pero la hinchazón no desaparecía del todo.
Por suerte, llegué temprano y nadie me vio.
Las luces de la oficina de Espiridión estaban encendidas, así que me acerqué y abrí la puerta,...