Eché un cubo de agua fría sobre ellos.
La sensación de frío los hizo despertar.
—¡Fernanda!
—¡Nanda!
Las voces de los tres comenzaron a sonar.
Saqué un cuchillo de frutas de mi bolsa, afilado y puntiagudo. Debería ser placentero clavarlo en sus cuerpos.
Con el dorso del cuchillo, toqué suavemente a Julio.
Él intentó mantener la calma,...